Nunca hay que darse por ganador hasta el final. Bien lo sabe Hillary Clinton. Esa lección fue aprendida por un desconocido arquero de una liga más cercana a los potreros que a la Premier League.

La situación se dio en el fútbol tailandés y fue protagonizada por dos arqueros en una tanda de penales. El ejecutor patea con muchísima fuerza pero la clava en el horizontal y se eleva por el aire. Su rival, muy canchero él, comienza a festejar la marra, muy levanta manos y tira pinta hasta que no.

Mientras que el presunto Higuaín se lamentaba -y se la mentaba- la pelota vuelve a la tierra, da un bote en el pasto y ¡zuas! adentro mientras el arquero rival sigue celebrando el fallido no tan fallido penal.

Aunque le gritaron desde la tribuna, su celebración lo tenía en otra y cuando acordó, kera demasiado tarde: gol y gol y gol.

Ahí es cuando se intercambian los roles y el arquero que inicialmente se lamentaba, se arrodilla y celebra mientras que su colega pasó a ser el que se la menta.