Uno de los principios de la geopolítica mundial establece que nada es lo que se dice hasta que otros lo acepten así. Un buen ejemplo de esto son los golpes de estado. Casi todos los presidentes que llegan al cargo por la ventana y con ayuda de las armas -o la corrupción parlamentaria- se mantienen allí gracias al reconocimiento internacional.

En Cataluña, la breve república catalana, no se logró esto. ¿Por qué?

La especulación enlodadora apuntaba a que Nicolás Maduro y su cuestionado gobierno serían los primeros en reconocer la nueva república como un estado soberano. Incluso, algunos independentistas buscaron que así fuera meses antes del referendo del 1 de octubre. Como un salvavidas de plomo cayó la imagen de Maduro besando una bandera catalana entre los escépticos del proceso y a la hora de la verdad, Maduro no salió con nada.

Según un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, el mundo le hizo el feo a Cataluña porque su declaración vulnera los principios establecidos por las Naciones Unidas al saltarse la legalidad interna de un país miembro. La constitución española dice en su artículo 1 que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español y no reconoce el derecho a la secesión de ninguno de sus territorios.

Esto, claro, no lo reconoce ninguna constitución salvo las de Etiopía, Liechtensetin y San Cristóbal y Nieves. Dentro de la verborrea explicativa se cita como ejemplo emblemático el caso Texas vs White de 1868, por el que el Tribunal Supremo de EEUU determinó que la secesión de los Estados del sur durante la Guerra Civil fue ilegal. Más reciente, a principios de 2017, se produjo es la sentencia del Constitucional alemán que negaba a Baviera el derecho a celebrar un referéndum de independencia.

En el último tiempo ha habido referendos independentistas como en el caso escocés. La diferencia con el catalán fue que este se enmarcó en un acuerdo entre el Gobierno británico y el escocés. La salida del denominado referendo pactado, que en España han impulsado los miembros de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza.

Otro de las razones por las cuales la comunidad internacional se ha mantenido del lado español del conflicto es que el libre derecho de autodeterminación no se aplicaría en el caso catalán, toda vez que esta norma afectaría solamente a los territorios víctimas de colonización, invadidos militarmente o en pueblos que sufran una violación masiva de derechos. Esto enciende un debate en cualquier bar: las restricciones al voto pueden ser bien consideradas como una violación a los derechos fundamentales.

Es de toda lógica que el respaldo al proceso independentista implica aceptar la autodeterminación y abre la puerta a la fragmentación de cualquier estado. Esta razón política ha servido para que el mundo se lave las manos de alguna manera y se mantenga al margen del conflicto entre Cataluña y España.

Sin embargo, está claro que buena parte de este silencioso respaldo a Madrid apunta a no abrir flancos internos en términos de integridad -como en el caso de Evo Morales con el oriente boliviano- y a mantener la coordialidad -económica, especialmente- con la Unión Europea, el bloque más poderoso del planeta.

Imagen: Wikimedia