En octubre del 2016, la presidenta chilena, Michelle Bachelet anunció sonrisa en mano que sus compatriotas en el exterior podrían votar por primera vez. Esta modificación era uno de los anhelados y pospuestos proyectos con olor a transición de la dictadura.
El exilio forzado o ‘voluntario’ -eufemismo flojo- de los opositores a las leyes de plomo de Augusto Pinochet sacó de Chile a unas 200 mil personas. El mayor éxodo del país durante todo el siglo XX. De ahí que la prohibición de su participación en política se considerara una pata más de ese cien pies legal construido por Pinochet y sus amigos.
Durante los 27 años de tibia democracia, la iniciativa para incluir a los residentes en el exterior en la política del país han surgido desde la centro izquierda y la derecha. Durante su presidencia, el multimillonario empresario Sebastián Piñera propuso una ley en la que quienes quisieran ejercer su derecho al voto deberían demostrar visitas a Chile al menos cada dos años.
El anuncio del 2016 de Bachelet fue definido como “histórico” por la presidenta y su canciller, Heraldo Muñoz. Y lo es solo si es entendido como un gesto político. La resolución de un pequeño nudo dictatorial en medio de un enredo general, pues en términos prácticos, la limitación de la cancillería chilena y las trabas de inscripción hacen que el peso específico del voto de los chilenos en el exterior sea cercano a cero.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, fuera de Chile viven unos 900.000 chilenos: 478.000 nacieron en el país, mientras que 313.000 son sus hijos. De ellos solo podrán votar 39.137 personas, menos de un 10 por ciento de quienes podrían y casi un 0,5 por ciento de los votos totales emitidos en la última elección presidencial.
A diferencia del sistema que rige dentro del país, la inscripción de los votantes por fuera no es automática, por lo que cada chileno tiene que hacer un trámite para poder ejercer su derecho. Esto no sería tan grave si la clase política chilena tuviera buena reputación entre los suyos. Sin embargo, encuestas arrojan cerca de un 15 por ciento de aprobación para los dos conglomerados políticos.
El desencanto se ha visto reflejado también en la elevada tasa de abstención de las elecciones pasadas: para la votación que llevó a Bachelet de vuelta a La Moneda solo participó el 42 por ciento de los potenciales votantes. En el caso de las elecciones primarias, solo lo hizo el 13,4 por ciento.
Es cierto que si el voto en el exterior resulta determinante para una elección, las cosas no deben andar muy bien. No obstante, un país con un nivel de migración como el chileno, tiene una representación meramente simbólica detrás de unas cifras que intentan dar una sensación de inclusión.
Desde la cancillería se informa que este domingo 19 se votará en 62 países, siete lugares más que en las primarias de este año, dentro de los que se encuentra Singapur, Haití y Filipinas. En total, habrá 110 circunscripciones, con 162 mesas disponibles para votar, 45 más que en el último proceso.
El desglose, sin embargo, deja ver lo triste de la realidad. El país donde hay más chilenos inscritos es Argentina, con un total de 7.507 personas. Le siguen Estados Unidos, España, Canadá y Australia. Por otra parte, la ciudad con mayor número de votantes será Barcelona, con 1.852 personas inscritas en sus padrones.
Foto: Gobierno de Chile