Argentina vuelve a los mercados financieros. ¿Buena o mala noticia? La idea general es que esto es favorable, pues permitirá al país financiar algunos proyectos de infraestructura. Pero ¿a qué costo? Esa es otra cosa. Por lo pronto, el país es testigo de su regreso a los mercados de capital después de su desplome financiero y consecuente default del 2001.
Mauricio Macri -que como buen presidente se bautizó líder de un gobierno de “cambio”- no ha tenido reparos en buscar este capital. Según datos oificiales, hasta junio del 2017 el endeudamiento subió en 20 puntos porcentuales hasta los 307.295 millones de dólares, equivalentes al 56% del PIB.
La cifra de diciembre, publica El País, es de 342.0000 millones de dólares. O sea, un 35 % más que hace dos años, cuando el multimillonario empresario llegó al poder.
Según el Observatorio Fiscal Federal, el radio deuda-PIB ya es del 60%. Curiosamente, su nivel de endeudamiento no ha sido precedido por un coro mediático apuntándolo con el dedo bajo la muletilla de moda: gasto populista.
Por el contrario. Aunque la deuda sube con fuerza, existe un consenso generalizado de que aun es sostenible. El problema será a largo plazo, ya que uno de los principales problemas del país es el déficit fiscal.
Aunque uno de sus caballitos de batalla para ganar las elecciones fue la inflación, el gobierno de Macri anunció la semana pasada que subió sus metas cinco puntos hasta el 2020. Para este año se estima que alcance el 15% según los deseos del gobierno.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ratificó que se mantendrán las proyecciones de reducción del déficit fiscal. El año que se fue cerró con una diferencia equivalente al 4,2% del PIB. El plan es que baje en 2018 hasta 3,2%, para alcanzar en 2020 el 1,2% del PIB. La lucha contra el déficit fue parte de un pacto fiscal que la Casa Rosada firmó con las provincias, donde los gobernadores se comprometieron a cumplir con su parte del recorte. Mientras tanto, el Gobierno tuvo que pedir prestado a inversores externos un dinero que no irá a inversión.
Después de la llegada de Macri, los mercados internacionales abrieron sus puertas para Argentina y sus bonos de la deuda volvieron a circular, tras doce años considerados como activos tóxicos.
Luis Caputo, el ministro de Finanzas, negó a El País que la ratio actual sea peligrosa para la economía argentina, y la ubicó en torno al 28,5% del PIB si no se toman en cuenta los intereses. “Es un índice bajo con respecto los países desarrollados y de la región. Como dijimos muchas veces este endeudamiento es transitorio y perfectamente sostenible. [La ratio] se estabilizará en niveles cercanos al 37% y descenderá a partir de 2021”, dijo Caputo.
A la oferta de dinero externo, Argentina ha sumado intereses bajos, como nunca antes. “Hemos reducido el diferencia de tasa con respecto a los vecinos y otros países de la región en un 80%. Hoy nos separan apenas 200 puntos de países como Perú y Colombia, cuando en la década pasada supo ser de más de 1.000 puntos. Nos estamos financiando a las tasas más bajas de la historia, incluso más que en los años 90, cuando había niveles de 12 y 12,5 puntos. El promedio de 2017 fue levemente inferior a 4,5 puntos. Esto nos permite elegir este sendero”, explicó Caputo.
El dinero fluye y la deuda crece. Argentina viene de una cesación de pagos unilateral en 2001 y recién en 2016 pudo terminar con un litigio con los acreedores, los fondos de inversión que no aceptaron la reestructuración de la deuda acordada entre el 92% de los tenedores de bonos y el gobierno de Néstor Kirchner. Para pagar a los llamados fondos buitre, Macri pidió en el mercado 9.300 millones de dólares, pero pudo tomar ofertas por 16.500 millones, evidencia de que los aires ya habían cambiado. El viento de cola aún sopla para Argentina y hay consenso en torno a la sostenibilidad actual del modelo de endeudamiento.