La construcción del imaginario Latinoamericano en Estados Unidos se ha dado en todos los flancos y más o menos bajo las mismas características simplistas: el estereotipo de los países como niños a los que el Tío Sam tenía que vigilar, cuidar y castigar, como parte de una educación en el proceso de constitución como estado.
Un trabajo de la Universidad de la Universidad de Michigan recoge varias caricaturas editoriales publicadas en la prensa de Estados Unidos entre 1898 – 1910, un período en que Washington decidió ejercer aquella máxima que hizo famoso a su presidente James Monroe: América para los Americanos. O sea: la única metrópolis con derecho propio a beneficiarse de relaciones con los demás países del continente era precisamente Estados Unidos.
UN PEDACITO DE LA TORTA
Esta caricatura llevó el racismo al lenguaje. Las frases de Filipinas y Cuba aparecen imitando su acento en inglés y representa la relación entre ambos países y Estados Unidos, que colaboró en su independencia de España en 1898 para instalarse allí como el nuevo invasor. En Cuba su dominio fue corto, mientras que en Filipinas se mantuvieron como patrones hasta 1946. En la imagen, el proverbial “trozo del pastel” ha sido otorgado a Cuba por un maestro benévolo.
HAY QUE CASTIGAR A LOS NIÑOS MALOS
Aquí hay una imagen del castigo imperial que debe imponer Estados Unidos a una pequeña Nicaragua para que aprenda a respetar el poder y obedecer.
AL NIÑO REVOLUCIONARIO SE LO DEJA SIN COMIDA
Una representación grotesca de otro país caribeño al que hay que encerrar en su cuarto -¿un eufemismo para anexar?- hasta que deje de hacer revoluciones.
UN PADRE SOLTERO QUE NO PUEDE HACERSE CARGO DE SUS HIJOS
Después de la guerra, los más críticos de la invasión a nuevos territorios cuestionaban la capacidad de Estados Unidos para hacerse cargo de más estados. Acá no primaba la posibilidad de que esos países quisieran autogobernarse sino el hecho de que el Tío Sam no podía alimentar a todos estos niños.