Llama la atención su cabellera ondulada de color castaño, ojos café, piel morena y cuerpo bien silueteado, físico al que le atribuye su buena cartera de clientes en el municipio Sotillo del estado Anzoátegui.
Ella es una joven de 19 años de edad que en las mañana ayuda a su mamá en el mercado municipal de Puerto La Cruz, labor que realiza para despistar a sus vecinas, quienes han comenzado a llamarla “dama de compañía”, gracias a rumores que han llegado al barrio donde habita, ubicado en la parte alta de la jurisdicción porteña.
Dejó los estudios para dedicarse a trabajar, pero cuenta que lo que realmente la ha ayudado a mantener su hogar ha sido la prostitución, oficio en el cual sus principales clientes son chinos y coreanos que llegan al municipio y cancelan en dólares.
“La vida en Venezuela se cotiza en dólares, al igual que nuestra labor”, así la joven explica el porqué escogió ganarse la vida de esta manera.
En horas de la mañana se le puede ver un poco desaliñada, sus uñas son el reflejo de la manipulación de los sacos de ocumo, yuca y ñame que no pueden faltar en el puesto informal de su progenitora. Lleva siempre puesto un delantal, pero ello no impide que su ropa se curta con la tierra que recubre la mercancía.
Le ha tocado ser la única compañera de su madre, quien tuvo dos varones y una hembra, pero ellos se casaron y al independizarse poco visitan a su mamá.
“Nos quedamos prácticamente solas. Ya mi mamá tenía el puesto de verduras y todos trabajábamos, pero ellos se fueron con sus mujeres y quedamos solas porque mi papá se mudó a otro planeta”.
Lleva siempre su cabello recogido, y con una gorra trata de cubrir su rostro para evitar las manchas ocasionadas por el sol.
A las 2:00 de la tarde, cuando comienzan a cerrar el expendio de alimentos porteño, la joven recibe instrucciones de su madre quien organiza las dos carretillas donde exhiben sus mercancías. Entre ambas las llevan a un galpón donde los informales pagan 3.000 bolívares diario para resguardar sus enseres.
“Un buen día de trabajo nos puede dejar hasta 2.000.000 de bolívares, pero de eso tenemos que sacar el pago de la próxima mercancía y pasajes para la casa en taxi, porque los sacos de verduras no los podemos dejar en el mercado. Se los roban”.
Al llegar a su casa debe colaborar con su madre para preparar el almuerzo del día siguiente. El que van a comer ya lo dejan preparado y envasado en la nevera porque “llegamos muertas de hambre”.
Pasadas las 5:00 de la tarde la vida de Aura se vuelve multicolor. Debe desdibujar su rostro cansado para mostrar su mejor sonrisa a los nuevos clientes.
Y de esta manera ha comenzado a expandirse el mercado de la prostitución en la zona norte de la entidad, donde al mejor estilo de las jineteras cubanas, han intentado buscar un alma caritativa que las mantenga o correr con la suerte de que las lleven al altar.
La paga en dólares ha llamado la atención de mujeres contemporáneas, jóvenes y adolescentes, a quienes se les puede ver modelar por los comercios y restaurantes del Paseo de la Cruz y el Mar en Puerto La Cruz.
Otra arista se muestra en los muelles que dan hacia los buques varados en la Bahía de Pozuelos, hacia donde trasladan a éstas mujeres para que presten sus servicios y reciban paga en dólares. Sin embargo, pocas viajan a estas zonas porque supuestamente son maltratadas por sus clientes.
Ninguna de ellas cuenta con un control sanitario y tampoco existe alguna organización que les tienda la mano para evitar que continúen ofertando sus cuerpos.

Noches de vaivén
“A mis 17 años descubrí que existía una salida a esta dura crisis que golpea a los venezolanos a diario. Una amiga me mostró la vida que se oculta durante las noches en el Paseo Colón”.
Hace más de seis meses habitantes del municipio Sotillo aseguraron que el Paseo de la Cruz y El Mar, ubicado en la zona norte del estado Anzoátegui se ha convertido en “pasarelas” para mujeres a medio vestir.
La comerciante Eli Muñoz es una de ellas. Vive en el casco central del municipio porteño y asegura que a diario observa a “mujeres de la vida alegre” pasearse por las calles Libertad, Buenos Aires y Honduras a la espera de que algún conductor se detenga y se las lleve.
Estos hechos fueron denunciados ante la fiscalía 16 del Ministerio Publico con competencia en niños, niñas y adolescentes, a cargo del doctor Tomás Armas, quien ha iniciado una investigación en torno a ello.
Pero esta no es la zona de la joven de 19 años que ha incursionado en este mercado, pues su esbelta figura, buen rostro y llamativa dentadura la llevaron a ofrecer sus servicios a los extranjeros que llegan a los restaurantes de asiáticos y llaneros que están en el mencionado bulevar porteño.
Allí, junto a decenas de jóvenes, adolescentes y mujeres contemporáneas pasan largas horas a la espera de coreanos y filipinos, hombres que parecen codiciar a éste tipo de mujeres para saciar sus deseos sexuales.
Tarifas en moneda extranjera
Las pocas mujeres que se pasean por las calles del casco central en Puerto La Cruz cobran a sus clientes entre 250.000 y 800.000 bolívares por lo que llaman “un servicio”, pero en el bulevar la tarifa es otra.
La joven de 19 años, quien en la mañana trabaja en el mercado vendiendo verduras, cuenta que los extranjeros pagan desde 50 hasta 200 dólares por el servicio por hora o la noche completa. En ocasiones, hombres más complacientes anexan a ello la cena y un par de cervezas que comparten en uno de los restaurantes del paseo para posteriormente retirarse a un lugar más privado.
“Pero a ellos no les gusta cualquier chama. Buscan las más arregladas y aseadas. De las adolescentes les gusta que tengan buen cuerpo y cara de carajita”.
Así es como ésta joven ha logrado levantar su hogar y adquirir algunos enseres que le permiten dormir con tranquilidad y comodidad. “Lo primero que hice fue asegurar la casa y colocar techo de platabanda. Poco a poco me he dedicado a equipar mi hogar”.
Otras rutas
Existen mujeres que viajan en botes hasta los buques que están fondeados en la Bahía de Pozuelos para pasar la noche con quienes permanecen durante meses en alta mar. “Ellos pagan también en dólares pero a muchas no nos gusta porque son muy agresivos y nos obligan a pasar la noche complaciéndolos en grupos y pagan igual”, revela la joven de 19 años de edad.
Cuenta que la demanda de lugareños ha bajado en más del 85% y por eso algunas mujeres han optado por salir a la calle y mostrarse en las zonas donde transitan los turistas. Hace un par de años en la misma zona existía un reconocido burdel identificado como CIeloven y otro local de bailarinas exóticas y transexuales llamado La Barra Caliente, pero ambos dejaron de funcionar por la poca clientela que llegaba al lugar.
La joven cuenta que la plaza de este mercado es comandada por una muchacha a quien apodan “la jefa”. Mujer del piel blanca y cabello teñido de amarillo, cuya figura y rostro la hace aparentar unos 40 años años aproximadamente, pero dicen que realmente tiene 32 años.
“A ella hay que darle un 30% de la ganancia de toda la noche y es quien pone las tarifas. Debemos cumplir con sus órdenes sino no podemos trabajar”.
La joven reveló que “la jefa” coordina con los funcionarios policiales que patrullan en el Paseo de la Cruz y el Mar, pero estos supuestamente también “cobran vacuna” a los dueños de restaurantes que permiten y participan en ese comercio de mujeres y adolescentes en la zona. Desde hace ocho meses, la joven de 19 años ha visto cómo ha incrementado la competencia en el bulevar.
Ella le ha dicho a su madre que trabaja como mesera en uno de los bares del conocido Paseo Colón. Labor que asegura mantener porque según ha indicado a sus parientes “pagan las propinas en dólares” y así justifica su trabajo.
Sin protección
En el municipio Sotillo y a pocos metros del Paseo de la Cruz y el Mar de Puerto La Cruz, están las oficinas del Consejo Municipal de Derechos del Niño, Niña y del Adolescente (Cmdnna), organismo que hasta la fecha no se ha concentrado en el rescate y ayuda para las adolescentes que deambulan por las calles de la ciudad.
La concejal del ayuntamiento porteño, Amarilis Soto, explicó que durante las sesiones de cámaras han elevado propuestas para la protección de estas jóvenes y la construcción de un albergue en la zona rural del municipio Sotillo, zona en la que, al parecer, existen terrenos aptos para dicho proyecto.
“Hemos salido en varias oportunidades y recogemos a las adolescentes. Luego la entregamos a sus representantes y un par de días después vuelven a salir a la calle, pero seguiremos intentándolo hasta que se pueda porque la mayoría de estas jóvenes viven en la calle”.
Imagen de portada David Selsky/ Con información de El Pitazo