El planeta respira con cierto alivio, después de que el ego de dos de los líderes más extravagantes decidieran reunirse para desinflar la tensión nuclear que amenazaba con llevar a la humanidad a la extinción. 

Aunque hace tres meses el diálogo global entre Kim Jong-un y Donald Trump parecía un concurso de borrachos que se vanaglorian de quién lo tiene más grande, hoy las cosas han cambiado diametralmente, después de que el presidente estadounidense aceptara reunirse con su colega de Corea del Norte “en el lugar y tiempo que se determine”.

La petición fue llevada a Trump este jueves por un emisario surcoreano que el martes pasado se reunió en Pyongyang con Kim Jong-un. En el mensaje, el norcoreano ofrece la desnuclearización del país y frenar las pruebas nucleares y balísticas, algo impensado hasta hace unas semanas.

Nunca en la historia ha habido un encuentro directo entre los mandatarios de ambas naciones.

“Somos optimistas con este proceso diplomático. La República de Corea, los Estados Unidos y nuestos aliados nos mantenemos unidos y esperamos que no se repitan los errores del pasado. La presión continuará mientras Corea del Norte no acompañe sus palabras con acciones concretas”, afirmó el consejero de Seguridad Nacional surcoreano, Chung Eui-yong en rueda de prensa en Washington.

“Kim Jong-un hablaba de desnuclearización con Corea del Sur, no solo congelación. También que no habría pruebas pruebas balísticas durante ese periodo. Se está logrando un gran progreso, pero las sanciones permanecerán hasta se llegue a un acuerdo. La reunión está siendo planeada”, tuiteó Trump.

La reunión se llevaría a cabo en mayo.

La materialización de una negociación directa entre Estados Unidos y Corea del Norte supone un paso histórico y un claro triunfo para Trump y sus mecanismos de presión a China, principal socio comercial del régimen coreano. 

Los cálculos de Kim Jong-un son claros: a cambio de evitar una invasión y la destrucción total de su país, acepta renunciar al desarrollo de un arma nuclear con tal de asegurar la permanencia de su régimen. Esta no parece una factura muy grande para Estados Unidos ni para China, en tanto que se mantenga el equilibrio geopolítico en la península coreana. 

Sin embargo, los antecedentes no son buenos. En el pasado, delegados de Clinton y Bush hijo fracasaron en su intento por negociar con Corea del Norte. La presencia de Trump, por otro lado, podría ser un factor determinante en el éxito de las negociaciones. .

En diciembre pasado, el secretario de Estado, Rex Tillerson, dio señales de relajo al abandonar la exigencia estadounidense de que Pyongyang renuncie al arsenal nuclear y únicamente pidió un “periodo de calma” para sentarse a negociar. “No es realista decir que sólo pueden hablar si vienen a la mesa listos para renunciar a su programa. Han invertido demasiado en él […] Estamos dispuestos a hablar con Corea del Norte en el momento que quiera. Estamos dispuestos a una primera reunión sin condiciones previas. Veámonos y hablemos del tiempo si hace falta o de si la mesa debe ser redonda o cuadrada, y luego empecemos a trazar una hoja de ruta”, dijo Tillerson.


Crédito imagen Irish Times