A estas alturas, todo el mundo sabe que Jesús no era ese modelito alto y ojiazul más parecido a Jared Leto que a la norma de un herbreo de hace dos mil años. Sin embargo, el rostro moreno, tosco y, para algunos, feo, no ha logrado desbancar la imagen de ese cristo de propaganda de shampoo. 

La imagen de un hombre alto, hermoso, de piel blanca, ojos azules y rizos dorados que, ataviado con una larga túnica blanca y sandalias, con pinta de hippie y amor para todos y todas ha logrado permanecer aun cuando los investigadores aseguran que ése es solo un producto del mejor márqueting católico a lo largo de los últimos 1700 años. 

En la revista colombiana Semana conversaron con Joan Taylor, autora del libro What did Jesus look like, quien está empeñada en borrar esa idea aria de un cristo de película, lindo y rubio que a lo largo de la historia ha servido para validar cierta dominación racial. 

Según Taylor, Cristo era un árabe más. 

Para llegar a esa conclusión, Taylor estudió escrituras y documentos de la época, y encontró allí descripciones de Moisés y David (el de Goliath) que los definen como hombres apuestos. En el caso de Jesús no hay ninguna referencia a su belleza. En épocas antiguas los cristianos estaban convencidos de que Jesús no solo era poco agraciado, sino que era un hombre muy feo, a raíz de una descripción del libro de Isaías que decía “no tenía belleza o majestad que atrajera”.

Aunque la investigación de Taylor no llega tan lejos como para decir que Jesús era feo, asegura que la falta de descripciones acerca de su apariencia señala que Jesús era un hombre normal. “No hay nada particularmente especial que identifique su cara y figura”, declaró la autora a Semana.

Y para saber cómo lucía un hombre típico en el siglo I, Taylor analizó estudios de restos humanos localizados en el territorio correspondiente a Judea y Galilea. A partir de ese análisis concluye que Jesús medía 1,66 metros (bajo para los estándares de hoy), tenía ojos marrones y piel morena. Su pelo era negro, corto y crespo, y no ondulado y dorado como se muestra en las imágenes de hoy. Su peso oscilaba entre 58 y 64 kilogramos, lo que lo hace un tanto delgado, pero con cierta musculatura. En conclusión, dice Taylor, tendría la apariencia de un individuo del Medio Oriente, concretamente de “lo que hoy corresponde a los iraquíes, los más cercanos en términos biológicos”.

Es posible que Jesús tuviera cicatrices derivadas de su trabajo previo como carpintero, pues los artesanos de la época eran susceptibles a muchos accidentes. También se cree que parecería un hombre de más de 30 años, dado que la piel de estos individuos estaba más expuesta al sol. Es muy probable que llevara una barba por la simple razón de que en aquellos tiempos la gente no acostumbraba ir al barbero. Su vestimenta estaría compuesta por una túnica blanca muy sencilla que llegaba a sus rodillas, y no la larga y vistosa que luce en las imágenes.

Pero Taylor no es la primera en cuestionar a ese Jesús rockstar. En 2015 Richard Neave, un médico y artista de la Universidad de Manchester, usó evidencia forense para reconstruir su cara y encontró un rostro que coincide con el de Taylor: un moreno con rasgos del Medio Oriente. Los expertos creen que este retrato se acerca más al del verdadero Jesús de Nazaret.

La imagen conocida del Jesús esbelto, dice Taylor, viene de una larga tradición del arte occidental, y “como el arte europeo tuvo tanta influencia, esa figura se volvió estándar. Los misionarios la llevaron por el mundo y luego las películas la respaldaron”. Estas representaciones, en su mayoría del periodo bizantino, no tenían ninguna evidencia histórica y fueron realizadas así para dar sentido a la idea de Jesús como líder celestial para el mundo. Según la experta, muchas de ellas se inspiraron en un joven Zeus y por eso tienen trajes más elegantes a los que en realidad debió usar Jesús. Aunque la imagen que el mundo heredó no es acertada, dice Taylor, “lo cierto es que resultó ser una marca poderosa”.


Con información de Semana