Fernando Vallejo es probablemente el mejor escritor colombiano vivo. También es el que más problemas ha tenido con su colombianidad: la mala patria que le tocó en suerte, ha dicho, es la base de su obra fílmica y escrita desde lejos, desde un México que hoy abandona para volver a Colombia. 

En medio de su partida -o regreso- queda el odio de sus vecinos del edificio donde vivió con David Antón, su pareja por casi cincuenta años. 

Según cuenta la revista Reforma de México, Vallejo se convirtió en el terror del condominio del exclusivo barrio Hipódromo de la Condesa después del terremoto que simbroneó México el 19 de septiembre pasado. 

El relato dice que todo se fue a la mierda desde ese día. Vallejo y Antón sintieron cómo el terremoto agrietó sus paredes y rajó sus vidrios. El escritor junto a la trabajadora del hogar lograron subir a la azotea, mientras que Antón decidió permanecer en su apartamento esperando lo que tocara, un hecho fortuito que los salvara.

“Cuando dejó de temblar, ante el estupor de lo ocurrido, Vallejo vio desde la altura, lejos de Antón, cómo el edificio de Ámsterdam 107, esquina con Laredo, colapsó por completo, apenas a media cuadra del suyo”. 

Desde ese día, el autor de La Virgen de los Sicarios se convirtió en un vecino insoportable. Violento: dicen que “los trabajadores que eran enviados para arreglar los desperfectos causados por el sismo, al ser vistos por él, eran corridos a gritos”.

Un mes después del terremoto que dejó 370 muertos en México, “Vallejo comenzó a afrentar con mayor virulencia a uno de los vecinos, lo que culminó en un ataque con un cuchillo”, además, según la denuncia, Vallejo comenzó a portarse de una forma que “actualiza las hipótesis legales de homicidio en grado de tentativa y amenazas”.

El relato parece un descargo vecinal: tras ese episodio y otras conductas erráticas de Vallejo, los vecinos comenzaron a desalojar sus apartamentos por “miedo al escritor”. En Reforma se lee que los vecinos describen que “un ambiente de encierro prevalecía en los departamentos y, quienes ahí se quedaron, miraban de reojo antes de salir a un pasillo”.

Antón murió en diciembre a los 94 años y Vallejo se quedó solo. Por eso, en parte, volvió a Colombia después de décadas.

Lo hace “con apenas cuatro maletas. Dos grandes, que documenta en el avión, y dos pequeñas, que lleva consigo”, sin su pareja, sin los trastes que acumuló en sus años,.