Uno de los detenidos por el macabro crimen de los tres estudiantes de cine en México se llama Christian Omar Palma Gutiérrez, más conocido como QBA, un rapero de poco talento y letras que hoy cobran un sentido macabro.
Según el periódico “Mural”, el hombre reconoció a la Fiscalía que fue él quien se encargó de la desaparición de los cuerpos de Javier Salomón Aceves Gastélum, Jesús Daniel Díaz García y Marco Francisco García Ávalos, confundidos por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) con integrantes del grupo rival llamado Cártel Nueva Plaza.
QBA llevaba una doble vida hasta ahora: en el mundo artístico tenía una carrera en ascenso, con más de 120 mil seguidores en su canal de youtube donde posteó su canción (¿?) “Descansen en paz”, una suerte de profecía terrible sobre el crimen en el que participó.
En el video se ve un hombre atado de pies y manos con una cuerda ensangrentada, aún se mueve mientras recibe golpes. QBA mira sus manos llenas de sangre. Lo baña en gasolina y le prende fuego. Una de las frases dice “la oscuridad les va a gustar”.
Asimismo, la página de Facebook de “QBA” muestra imágenes de festivales de rap, en las que aparece como invitado principal, y hacer promoción a distintas marcas con características del género que canta.
Según las autoridades, en el secuestro y asesinatos de los estudiantes habrían participado otros seis integrantes del CJNG que aún se encuentran en la clandestinidad.
La muerte sin sentido
Los tres estudiantes viajaban por carretera la noche del 19 de marzo cuando un grupo de hombres los interceptó mientras arreglaban una falla mecánica en su auto.
Los tres jóvenes volvían junto con otros tres compañeros de un rodaje para la universidad donde estudiaban cine. En el desamparo de la noche, seis hombres con armas de guerra se bajaron de dos camionetas y les ordenaron subir a uno de los vehículos. Antes de irse desgajaron un disparo al aire, como canto de guerra antes de perderse en la noche.
Ahora solo quedan los restos genéticos de los alumnos de la Universidad de Medios Audiovisuales encontrados en las últimas semanas en una finca a donde se los llevaron esa noche en Tonalá, cerca de Guadalajara.
Ya son parte de una historia que no parece sensibilizar a nadie. Tres más de esos 104.000 homicidios cometidos desde que llegó a la presidencia de México Enrique Peña Nieto. Tres más de los más de 200.000 asesinados desde que se inició la mal llamada guerra contra el narcotráfico, once años atrás.
Como aliciente queda la declaración de la Fiscalía de Jalisco que asegura que los tres muchachos no tenían nada que ver con el narco que solo tuvieron la mala suerte de ser mexicanos. “No se encuentra acreditado que tengan algún vínculo con algún cartel delictivo”, dijo Ivette Torres, jefa de la investigación, a la prensa mexicana.
Su único error fue montar durante dos días el rodaje escolar en una propiedad que en algún momento fue una casa de seguridad de un grupo criminal. La tía de uno de ellos les prestó la cabaña para su proyecto. Mientras trabajaban, al menos ocho miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación los vigilaron sin que ellos lo supieran.
Después de su secuestro, fueron llevados a una casa donde los torturaron, los interrogaron y los mataron. Allí la Fiscalía ha encontrado rastros de la sangre de Jesús Daniel Díaz que reflejan el terror que pasaron los jóvenes en sus últimas horas de vida. Sus cuerpos, según la versión de la Fiscalía, fueron llevados a otra vivienda en donde los criminales los sumergieron en ácido sulfúrico, comúnmente utilizado en fertilizantes, para disolver cualquier evidencia. Las autoridades se encuentran analizando el contenido de tres barriles y 46 bidones rellenos con el químico disolvente para conseguir más pruebas de que los estudiantes murieron allí.
Los narcotráficantes del Cartel Jalisco Nueva Generación habrían confundido a los alumnos con miembros del grupo rival Cartel Nueva Plaza, al verlos ocupar la cabaña que alguna vez sirvió como bodega de armamento y droga. La Fiscalía ha detenido a dos de los ocho hombres que participaron en el secuestro y asesinato de los jóvenes: Gerardo N. y Omar N. Ambos han confirmado el relato sobre el homicidio de los alumnos y que entre sus compañeros del cartel existió la creencia de que las víctimas eran criminales como ellos.