Bajo la excusa de la desnuclarización de la península coreana, Donald Trump firmó este martes un acuerdo con su par de Corea del Norte en el último episodio de un largo show mediático acordado meses atrás tras una escalada de amenazas. 

“Voy a solucionar lo que otros no han hecho”, ha llegado a decir Trump, que incluso se ve capaz de ser el promotor de un acuerdo de paz entre las dos Coreas, a pesar de haber promovido la guerra como estrategia de negociación.

Hoy, después de su encuentro con el líder coreano, no quedan dudas de que se trató de la puesta en escena de un acuerdo alcanzado varios meses atrás, después de intercambiar insultos sobre el tamaño de sus botones nucleares.

Así, dos semanas atrás, cuando Trump anunció que  cancelaba el encuentro, solo cumplía parte de un guión elaborado por él mismo en donde, cómo no, el rubio empresario aparecía como el líder indiscutible de la paz mundial, un todo poderoso y magnánimo gobernante ante el que el más malo de los villanos mundiales se arrodilla para pedir porfavor una reunión. 

“Han sido tres meses fantásticos”, dijo Trump después del encuentro, hablando “hacia la gente del mundo”, como si haber apretado la mano del dictador asiático lo hubiese convertido en un líder mundial, en un gestor de paz mundial. 

Y, quizás, tenga razón: su personalidad impredecible y socarrona podría haber logrado desactivar la tensión en la península coreana. Lo malo: esa tensión no habría crecido de no haber sido por sus propios puyas.

Tras el acuerdo, Corea del Norte se comprometió a la “completa desnuclearización de la península coreana”. Estados Unidos, a aportar garantías de seguridad al régimen en Pyongyang.

Estos son las grandes promesas -o líneas maestras, o guías, o aspiraciones, dependiendo de cómo se mire- de la declaración conjunta entre Trump, y el líder norcoreano. 

Tratando de potenciar esa imagen de figura histórica, Trump reiteró una y otra vez el hecho de que han pasado 70 años desde el último encuentro entre un líder de Washington y uno de Pyongyang

Kim Jong-un ha considerado que “el mundo va a ver un cambio tremendo”, y Trump, que “vamos a resolver un problema muy peligroso”. También lo suficientemente vagos como para que ambos puedan estar de acuerdo en una cumbre organizada a toda prisa, y para que sirva de primer paso a un proceso de negociación que lleve, en el futuro, al desarme nuclear norcoreano. Los detalles quedarán al cargo del secretario de Estado, Mike Pompeo, y su equipo, en negociaciones con altos funcionarios norcoreanos.

“Estados Unidos y la República Democrática Popular de Corea (RDPC, el nombre oficial de Corea del Norte) se comprometen a establecer nuevas relaciones, de acuerdo con el deseo de los pueblos de los dos países de paz y prosperidad”, señala el documento. Los dos países se sumarán a los esfuerzos para crear una régimen duradero y estable de paz, continúa. “La RDPCse compromete a trabajar para la desnuclearización completa de la península coreana”. Además, los dos países colaborarán para la recuperación de los restos de prisioneros de guerra y desaparecidos en combate de la guerra de Corea (1950-1953).

Al firmar el acuerdo, Trump había asegurado que la declaración es “muy extensiva” y contiene “mucha buena voluntad”, ha sostenido el presidente estadounidense. “Nos vamos a reunir de nuevo, muchas veces”. Kim, ha dicho el inquilino de la Casa Blanca tras la firma, “es un hombre de mucho talento, también me he dado cuenta de que ama mucho a su país”. Preguntado si le invitaría a la Casa Blanca, Trump respondió que “absolutamente, lo haré”.

El líder norcoreano se mostró más sobrio en la manera de expresarlo , pero también fue generoso a la hora de expresar los logros de la cumbre: “Vamos a firmar un acuerdo histórico. El mundo va a ver un cambio tremendo… Doy las gracias al presidente Trump por haber hecho posible este encuentro”.