No hay que pegar el grito ante la obviedad como sucede por estos días en Chile: el presidente Sebastián Piñera acaba de anunciar la concesión a empresarios privados del Parque Nacional Siete Tazas por 25 años. 

Su ministro de Bienes Nacionales, Felipe Ward, anunció que no será el único. Que piensan aplicar la medida con los demás parques nacionales porque no hay mejor administrador que el que lucra. 

Y el anuncio generó una ola de indignación que no se entiende: si hace seis meses eligieron por mayoría a un presidente que ve la educación como un bien de consumo, sobre el que hubo incluso un procesamiento judicial por la estafa de un banco (público a manos privadas, las suyas) ¿cuál es la sorpresa con que Piñera comience a parcelar el país?

Esto recuerda a la sorpresa que produce a los chilenos cuando el espejo de la realidad les devuelve la imagen de lo que son, muy a su pesar, como el aplauso al descaro bajo las loas de “la viveza del chileno”. 

Cada vez que ocurre una tragedia en el país, aparecen los especuladores y los chilenos, como si fueran parte ajena a esa realidad que han forjado como nación hace más de doscientos años dicen ah, gente de mierda que aprovecha con la desgracia ajena, condenando la mezquindad de los comerciantes que se avivatan.

Que los linchen, repiten loritos quiquiriqueando con la agudez de su tono sin verse ellos en los otros, sin ver en el comerciante “pillo” la expresión de lo que su sociedad ha dicho es el futuro. Es lo correcto.

Tan correcta es la cosa que aunque se sorprendan con que se especula en Chile con la desgracia, un hombre los gobierna encumbrado con el billete que ganó especulando.

¿Por qué se sorprenden los chilenos del usufructo privado de los bienes públicos? Es más, los gobiernos que durante años llamaron “la izquierda” bajo la Concertación, concesionaron otros tantos bienes como las carreteras o los servicios básicos, afinando la misión privatizadora de la dictadura. 

Si eligieron a un gobierno de derecha en un país que ya es de derecha -donde la salud, la educación y la jubilación son servicios a pagar- ¿cuál es la sorpresa?

Si su Estado les ha enseñado que el mercado se regula solo y es costumbre que suba el pescado en Semana Santa, que los buses cobran el doble cuando se puede pasear o que la buena vejez es para el que acumuló.

Piñera, más allá de todas las burlas de las que es víctima y de los lapsus que comete, sabe para qué quiere el poder. Él y sus amigos se montaron de nuevo en el caballo de la presidencia para llevar al Estado hacia sus prados. Nadie debiera extrañarse porque gobierne para los suyos, total aquella idea de los tiempos mejores que vendió durante su campaña no era deshonesta. Iluso el que creyó que se referían a él.

Entonces la decisión de Piñera es solo un recuerdo de quién gobierna el país y para qué lo hace. Aunque no ha trascendido quién está detrás de la empresa privada que se adjudicó la concesión, nadie debiera extrañarse si esas personas están conectadas con el presidente o sus ministros. Al final de cuentas, Chile volvió a ser gobernado por sus dueños y, lógicamente, para ellos.