La derecha española se ha convertido en una bolsa de gatos después de la estrepitosa salida de Mariano Rajoy de la Moncloa por la moción de censura sustentada en la corrupción de su partido.
Y la estrategia del nuevo líder del Partido Popular, Pablo Casado, y su socio en la derecha, Albert Rivera, a la cabeza de Ciudadanos, está siendo apelar a los miedos más tradicionales de los españoles -y los europeos- para hacer frente a su retroceso en la popularidad.
El truco es sencillo y fue lo que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos: el fantasma de la inmigración como una amenaza de muerte para la sociedad europea tal y como la conocemos hoy.
Después de que la semana pasada un grupo de inmigrantes entrase en la ciudad española de Ceuta, en África, los políticos derechistas activaron el botón del miedo y encendieron sus discursos en contra del otro.
Desde que Pedro Sánchez aceptó recibir al barco Aquarius en Valencia -rechazado por Italia y Malta- con más 600 inmigrantes rescatados en las aguas del Mediterráneo, los derechistas comenzaron a hablar del “efecto llamada” de la acogida. En otras palabras, salvar la vida de algunos inmigrantes provocaría que otros tantos quisieran arriesgar la propia en el mar.
Sin embargo, los datos han desmentido esto acá la prueba.
Eso no ha importado para la derecha española y sus dos líderes fueron a hacer un show mediático frente a la valla de Ceuta. El líder del Partido Popular fue más lejos al indicar que “no hay papeles para todos” mientras que Rivera se paseaba con Guardias Civiles del lado “bueno” del alambrado, tomándose fotos en un show que busca imitar las corrientes populistas de otros países europeos.
La estrategia es clara: los dos líderes de la derecha necesitan posicionarse ante los suyos e intentar estar al frente de cuestiones que pueden generar controversia social, como ocurre con la inmigración. Algo para los que se instrumentaliza a los agentes que trabajan en las vallas, como víctimas, y a los propios migrantes, presentados como una amenaza por llegar supuestamente de manera masiva y desordenada. El líder del PP, por ejemplo, ha asegurado que la inmigración que llegó en los 90 a España “fue ordenada y legal”, además de no generar “guetos o conflictos sociales”.
Las cifras no cuadran
Que Casado se esté centrando en la inmigración entra dentro de su plan de establecer un nuevo partido a la derecha de la derecha. Así, el líder de “la España que madruga” busca instalar un tema que no es tema, pues según sondeos es solo la duodécima preocupación de los españoles.
Estrategia de shock
Apuntar contra la inmigración es una apuesta que está muy ligada a explotar la identidad nacional como recurso electoral. En tiempos de independentismo catalán, la unidad de España como discurso logró mantener a flote a un PP que hacía aguas. Bien lo sabe Albert Rivera y ahora Casado trata de apelar a la otra amenaza: la externa.
En el caso de Casado, hay una radicalización de su discurso para detener una sangría de votos. El nuevo líder quiere aparecer como el garante de la estabilidad, vinculando la inmigración a lo inestable, algo que es bastante peligroso
Las acusaciones de xenofobia contra ambos líderes, especialmente en el caso de Pablo Casado, han arreciado en los últimos días. La duda es si se trata solo de discurso político o de una postura integral de intolerancia y rechazo al diferente.
Sin embargo, lo más llamativo de este discurso no es que Casado lo emplee, es que el PP haya tardado tanto en hacerlo, ya que el resto de partidos conservadores europeos ya utilizaban este lenguaje. Entre tanto, Salvamento Marítimo informa a diario de rescates de al menos mil personas en el Mediterráneo que seguirán arriesgando su vida porque vivir al otro lado es peor.
Con información de El Diario