Este domingo los colombianos ratificaron su absurda posición frente a temas sensibles como la paz o la corrupción. Al menos así podría entenderse después de que la “Consulta anticorrupción” se quedara corta de votos, pese a la obvia victoria del sí en las siete preguntas plebiscitadas.
Aunque los impulsores de la consulta celebraron la participación como un triunfo ciudadano, el proyecto se quedó a 440.000 voto de ser aprobado, por lo que el verdadero triunfo es de quienes llamaron a la abstención como el ex presidente Álvaro Uribe, impulsor también del No en el plebiscito para ratificar los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc.
El presidente Iván Duque, que a diferencia de su jefe sí apoyó la consulta, aseguró que aunque se trató de un fracaso, impulsará las siete reformas. Eso, claro, es solo una declaración de principios, pues estas modificaciones apuntan en buena parte a aumentar los controles sobre el Congreso y son los congresistas quienes tienen que aprobarlas.
Dentro de las razones del fracaso se habla principalmente de un “desgaste electoral” después de tres votaciones este año. El potencial electoral del país es de más de 36 millones y en la consulta solo participaron 11 millones 600 mil personas. Lo que se traduce en una abstención del 68 por ciento de votantes que consideraron innecesario salir a votar.
Por otra parte, la consulta se convirtió en una suerte de medidor de popularidad de su impulsora, Claudia López, a quien acusaron de buscar posicionarse para una potencial campaña para la alcaldía de Bogotá. Así, la votación fue un pulso nuevamente entre izquierda y derecha que otra vez ganó Uribe.
Curiosamente el presidente no pierde su poder a pesar de ser investigado por delitos que van desde la compra de testigos hasta la complicidad con paramilitares. Aunque ha perdido popularidad, Uribe sigue siendo el político más influyente de Colombia y tiene un grupo de seguidores ciegos que harán casi cualquier cosa que diga por más absurda que sea como, en este caso, rechazar medidas para frenar la corrupción.
Si bien la votación fue importante y alta, es evidente que sigue habiendo un porcentaje de colombianos que todavía actúan con base en desinformación, que no buscan informarse adecuadamente y no actúan para mejorar en ese sentido. Así, las campañas en las redes que asociaron a la consulta con la guerrilla o con que no hacía falta porque los parlamentarios se bajarán el sueldo solos -ja- se impusieron sobre la necesidad de reformas que frenen un fenómeno carísimo para el país.
Se habló, incluso, de que lo que querían sus promotores era el dinero de la reposición de votos.
Por otro lado, pocos entendieron de qué se trataba y eso de preguntar cosas obvias como mecanismos para frenar la corrupción sonaba innecesario. Muchos colombianos sintieron que no valía la pena votar algo que no tenía aplicación directa y expedita, sino que quedaba en manos de unas entidades como el Congreso y el Gobierno que podrían luego no cumplir lo que se decidió en las urnas.