Sebastián Piñera está viviendo su peor momento a la cabeza del gobierno de Chile y casi no importa cuando se lea esto: la tendencia apunta a empeorar y el empresario no logra sacar la cabeza a flote cuando apenas lleva seis meses en La Moneda,
Por esto, muchos chilenos han cuestionado los espectáculos mediáticos orquestados desde la casa de gobierno en un intento por retomar la agenda política, aplicando la vieja maña de apostar por la seguridad como el principal problema de un país que se encuentra entre los tres más seguros de América.
El show de Sebastián y sus amigos alcanzó esta semana un nivel preocupante para los defensores de la libertad de expresión y, de algún modo, del humor y la simpleza, cuando un joven de Santiago fue detenido por la policía antiterrorista por supuestas “amenazas de muerte” en contra de la ministra Cecilia Pérez por decir en tuíter que había soñado con que era guerrillero y le coqueteaba a la ministra para poner una bomba en su casa.
La detención del tipo -estudiante de segundo año de derecho- fue incluso destacada por el general de una rama de la policía chilena, Jorge Valenzuela:
“Se detectó esta intimidación contra la ministra, atentando contra su integridad física. Después nos comunicamos con la Fiscalía para iniciar la investigación”, explicó Valenzuela, según la emisora ADN.
El policía dijo que el joven declaró al respecto y quedó citado para posteriormente declarar en el contexto que se le atribuye por las amenazas en contra de Pérez, aunque estando en libertad.
Bastó poco tiempo para que la noticia comenzara a ser cuestionada como lo que es: un intento por agarrar la pauta de la seguridad y el terrorismo en un país donde esto solo ha sido un espectáculo televisivo en función de los partidos de derecha, comenzando por el del propio Sebastián Piñera.
Para nadie es ajena la campaña del terror impulsada desde Chilevisión, el canal del presidente, durante la campaña electoral del 2009. Aquellas imágenes en que parecía que a Chile se lo comía el fantasma del delito fueron acompañadas por su slogan electoral: Delincuentes, se les acabó la fiesta.
Una semana atrás, la arremetida de Piñera y sus amigos implicó a extranjeros. En una mezcla de chauvinismo populista y patadas de ahogado, el presidente hizo un show mediático de la expulsión de un grupo de 51 colombianos, primero, y 67 bolivianos después, para mostrar cómo trabaja su gobierno contra elflajelodeladelincuencia.
Ambas expulsiones fueron consideradas ilegales por ser masivas, sin embargo, no representan nada nuevo respecto a las expulsiones ordinarias de personas con antecedentes o penas a punto de terminar. O sí: la diferencia fue la puesta en escena, con el ministro del Interior, Andrés Chadwick, a cargo de los operativos y una larga lista de medios retratando la humillación de los expulsados.
En paralelo, las cifras de victimización y de víctimas de delitos violentos bajan mientras que los casos de colusión o abuso empresarial aumentan.