Probablemente en los últimos 50 años Bolivia no ha tenido un periódo de mayor estabilidad política -dentro de sus parámetros- que los casi 13 años de gobierno de Evo Morales.
Algunos dirán que esto se debe, en parte, a que la convulsión social previa a su llegada al poder fue protagonizada por él mismo a la cabeza de los sindicatos de productores de hoja de coca. De cualquier forma, su ascenso al poder entregó al país años de bonanza, estabilidad y avances sociales que solo pueden desconocerse por razones políticas.
Pero después de una década su gobierno ha mostrado señales de desgaste. La corrupción intrínseca de la sociedad boliviana no ha estado al margen de su gestión y aquel respaldo masivo que lo acompañó en los últimos años parece haber ido menguando a medida que se consolida la idea de que al presidente boliviano no le gusta jugar a la democracia cuando pierde.
La idea de su re-re-repostulación, rechazada en un referendo popular, tiene incómodos a los bolivianos y está pasando la cuenta a Morales, que insiste con ir a las elecciones y obligó a que un Tribunal Constitucional elegido por él fallara que presentarse a los comicios presidenciales es “un derecho humano” del presidente.
La última encuesta con miras a la elección del 2019 lo debe tener molesto: por primera vez desde su llegada al poder un sondeo serio lo muestra en segundo lugar.
Todo indica que será una lucha voto a voto entre Morales y el expresidente Carlos Mesa, vocero de la demanda marítima.
Pese a que las elecciones primarias se llevarán a cabo recién en enero, el clima electoral ya se instaló en Bolivia tras el lanzamiento de la candidatura de Mesa el pasado 6 de octubre, de la mano del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI). De acuerdo con una encuesta publicada por el diario Página Siete, Mesa tiene un 33% de intención de voto, mientras que Evo posee un 31%, por lo que todo se decidiría en una segunda vuelta. En un eventual balotaje, el expresidente (2003-2005) corre con una ventaja de 10 puntos, con un 46% de intención de voto, frente a un 36% de respaldo para el actual mandatario.
Según la encuesta, Mesa es el único que le podría ganar a Morales, no así otros candidatos, como Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional que tiene un 9% de intención de voto; el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, que posee un 4%, mientras que el exvicepresidente Víctor Hugo Cárdenas (1993-1997) obtiene apenas un 1%, aunque acaba de lanzar su campaña.
Evo Morales y Carlos Mesa son dos viejos conocidos. Las disputas estallaron cuando Mesa ejercía como vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada. En ese entonces, Morales era líder cocalero y el principal dirigente de oposición que jugó un rol clave durante la “guerra del gas”, hito que le costó el cargo a “Goni”, tras lo cual Mesa asumió como Presidente.
En 2005, Mesa -historiador y periodista- renunció ante las masivas protestas después de que se negó a promulgar la ley de hidrocarburos y responsabilizó a Evo del “clima de incertidumbre”. Ese año, Evo Morales arrasó en las elecciones con el 53% de los votos.
Además del fallo de La Haya, desfavorable para Bolivia, Evo sufre el desgaste de más de 12 años en el Palacio Quemado y la derrota en el referendo del 21 de febrero de 2016, cuando el 51% de los bolivianos rechazó su tercera reelección. Por esto la oposición considera de “ilegal” la candidatura de Evo, pavimentada vía Tribunal Constitucional.