Las caravanas y la diplomacia
En abril de este año, una caravana de mil doscientas personas, conformada casi en la misma proporción por hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, cruzó el país con la intención de llegar a los Estados Unidos para solicitar algo a lo que toda víctima de persecución tiene derecho: asilo político.
Desde 2010, cuando la migración centroamericana comenzó a superar a la mexicana, Pueblo Sin Fronteras realizó caravanas y marchas que fueron ignoradas frecuentemente. Casi al mismo tiempo, pero desde 2015, una Caravana de Madres busca a sus hijos desaparecidos en México.
Las políticas duras de deportación, separación familiar y aislamiento de los migrantes centroamericanos han ocurrido desde la administración de Barack Obama. Los números cada vez más grandes de niños y adolescentes centroamericanos migrantes “obligaron” a Obama y Peña Nieto fraguar un plan para que México fuera el primer “filtro” de esta migración.
El plan “Frontera Sur” se suponía un programa complejo y multifactorial para Chiapas y el “Triángulo del Norte” (Guatemala, Honduras y El Salvador): desarrollo económico, protección de derechos humanos e incremento de la seguridad en la región. Activado desde el 2014, en realidad sólo ha servido para convertir la frontera sur en un primer muro fronterizo de Estados Unidos: mientras que la llegada de centroamericanos a la frontera estadounidense se redujo a la mitad, el número de éstos deportados por México se duplicó, en 2017 fueron 95 mil. (Vía: The Atlantic)
Cuando llegó Trump, la caravana ya estaba ahí
Desde su discurso de presentación de su candidatura presidencial, Donald Trump dejó claro que no entiende la migración como el complejísimo problema que es, sino como un lema electoral repleto de prejuicios, discriminación y violencia.
Trump no “lee” los fenómenos sociales, sino que reacciona a ellos en redes sociales luego de que fue digerido para él en su cadena de confianza, Fox News. En abril pasado, fue hasta que Fox tomó la caravana que Trump comenzó a preocuparse por ella, tuitear enojado y amenazar a toda la región con enviar al Ejército a la frontera con México.
Ahora, con las elecciones intermedias a dos semanas de distancia, la caravana se convirtió en un tema electoral para los Estados Unidos. Contrario a las fake news que abundan, la caravana no “le conviene” a los demócratas, ni a Soros, ni a Clinton ni a nadie más que a Trump(y no, no estamos diciendo que haya sido organizada por el partido Republicano).
El lenguaje de odio, los tuits, la xenofobia que dejamos preparada desde México han sido el único estandarte que han podido blandir los ultra conservadores republicanos: sin grandes logros políticos ni victorias comerciales o diplomáticas, pero clavado en el centro de constantes escándalos e investigaciones, la “guerra cultural” es la única promesa republicana que le sirve a Trump.
Lo que Trump tuitee no importa, importan los migrantes, los exiliados, los que buscan asilo en México y en Estados Unidos; importan los desaparecidos, las mujeres violentadas en el camino. Trump y sus 280 caracteres no son política, deberíamos empezar a ignorarlos.