Durante los últimos días, un chisme malo recorrió las redes sociales peruanas centrando el debate público: un supuesto golpe de Estado estaba en marcha, decían, por lo que se sugería tomar sus precauciones, comprar comida, no salir de casa y rezarle un par de padrenuestros al Señor de Huanca.
El primer interesado en apagar el incendio alarmista fue sin duda la eventual víctima del golpe, el presidente Martín Vizcarra, que salió a atajar ovejas del descontrol, llamando irresponsables a quienes difundían la idea de que el orden constitucional se rompería y pidió defender la democracia en uno de esos blablablas característicos de político de carrera. Así:
“Han hablado hasta irresponsablemente de golpe de Estado. Qué irresponsables cuando los peruanos defendemos la democracia y yo como primer mandatario soy el primero en defender la democracia, la Constitución y la independencia de poderes”.
Pero la pregunta es ¿quién está detrás del rumor del golpe? El secreto no es secreto, pues uno de los principales responsables de la zozobra es un viejo conocido del Perú:
El expresidente Alan García, desde su cuenta de tuiter, fue el principal chismorrero:
“El fiscal de la Nación denuncia que el fiscal Perez tiene interés político coordinado con el gobierno. Se ha politizado la justicia. ¿Es un golpe de Estado?’, dijo García por Twitter.
“Chantajear al Congreso, forzar la renuncia del fiscal, descabezar la Suprema, digitar a los fiscales, comprar opiniones, es un golpe, aunque no use tanques.¿Y todo por tapar Chinchero y que más?”, agregó el exmandatario.
Los intereses de García en sembrar el pánico democrático están vinculados con las causas judiciales que se siguen en su contra. Bajo su teoría, el gobierno actúa como una “dictadura” y al controlar al poder judicial está buscando encerrarlo. Demasiada conspiración para olvidar sus cuentas pendientes por casos de corrupción.
Vizcarra, por su parte, intenta agarrarse al poder como un gato, después de encontrarse la banda presidencial en un rebote cual gol de Alianza Lima: la idea del presidente en ejercicio es aguantar hasta las elecciones del 2021, por lo que además de hablar sobre preservar la democracia, se ha encargado de establecer pactos políticos en el Congreso con distintas fuerzas que le permitan surfear la ola.