Sebastían Piñera y su gobierno quieren blindarse políticamente después de que el grupo de acción especial de la policía, entrenado en Colombia, asesinara a un comunero mapuche en un confuso altercado que cada vez huele más a un crimen de estado.
La semana pasada, el comunero mapuche Camilo Catrillanca murió de un disparo en la cabeza y desde entonces todo ha sido una bola de nieve de mentiras y contradicciones en la que el gobierno de los “tiempos mejores” solo ha tocado a la policía sin asumir la responsabilidad política del muerto.
La prueba más desgarradora de la actitud oficial frente a la muerte es que Carabineros de Chile dio de baja a los policías que festinaron con la muerte de Catrillanca, pero no ha querido identificar al autor de los disparos y, peor aun, reconoce que borraron los videos del operativo en donde fue asesinado el campesino.
Piñera y su primo, Andrés Chadwick, actual vicepresidente de Chile, decidieron apoyar la versión oficial desde el comienzo: Catrillanca era un delincuente que murió en un operativo por el robo de un auto. Al poco tiempo su versión comenzó a cojear: la confirmación de que la policía manipuló las pruebas y la versión de un testigo de 15 años -también herido a bala- hablan de una metida de patas en términos comunicacionales muy parecida a un delito.
Las protestas generadas por el asesinato obligaron al gobierno a abrir la boca, pues inicialmente solo consideraba que se trataba de un caso policial sobre el cual no correspondía pronunciarse.
El rechazo interno en el Gobierno a considerar a Catrillanca como víctima, argumentando que tenía antecedentes; la defensa irrestricta del actuar del Comando Jungla en el sur de Chile; las tardías condolencias de Piñera a la familia de la víctima y, por último, el giro del gobierno durante el fin de semana con el nuevo tono de condena expresado por Chadwick a la destrucción de las imágenes que hizo la policía sobre el momento de la muerte del joven, dibujan a la perfección los erráticos días que ha tenido la administración piñerista en este caso.
Con la renuncia de dos generales y la baja de cuatro oficiales de la zona, Piñera quiso poner una barrera de contención que ataje las críticas y cierre la puerta a la factura política. Una vez más Piñera quiere eludir una cuenta y en este caso, ese “perro muerto” le puede salir más caro: hoy en día la ciudadanía está apuntando a la renuncia de Chadwick, mano derecha del empresario.
Durante estos cinco días el Gobierno tuvo grandes dificultades para articular un discurso que lograse bajar efectivamente la tensión que desató la muerte de Catrillanca, de hecho, a medida que transcurrían las horas La Moneda se veía cada vez más desbordada. Un escenario que la oposición aprovechó, ya que, a pesar de su estado de nula influencia política y dispersión, encontró en este hecho un factor de unidad que la hizo rearticularse en tiempo récord en torno a la interpelación de Chadwick y el anunció de constitución de una comisión investigadora.
¿Pagará Piñera la cuenta con la cabeza de Chadwick?
Integrantes de la Comunidad mapuche Coñomil Epuleo, que asistían en Ercilla a los funerales de Catrillanca, eran seguidos por efectivos del GOPE (Comando Jungla). Cuando fueron a preguntar porqué, les empezaron a disparar. Hay comuneros/as heridas. ¿Hasta cuándo @GobiernodeChile? pic.twitter.com/JFzOcklVse
— Vagabundo ilustrado (@vagoilustrado) 19 de noviembre de 2018