Parecía una cosa de horas. Días a lo más: desde que el Presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, juró en una plaza pública como presidente encargado del país, el renovado impulso de los opositores venezolanos tomó vuelo con el apoyo internacional.

Entonces, sí, en pocas horas caería Maduro. Ya estaba listo todo y las masivas movilizaciones ciudadanas daban fe de un nuevo aire. 

Han pasado más de dos meses desde eso y Guaidó comienza a perder brillo. Sus delegados son rechazados en el exterior y la promesa de que ya casi va perdiendo el valor. 

Su última carta es una movilización nacional hacia el palacio presidencial de Miraflores, en fecha por definir, para tomar su control. 

En paralelo Maduro mete a soldados rusos. Activa un escudo antimisiles. Detiene a cercanos a Guaidó y a este mismo lo inhabilita para ejercer cargos públicos por 15 años.

Una sanción “ridícula” dicen desde Estados Unidos. En la realidad paralela de dos gobiernos, esto no tiene valor en el lado opositor. 

Lo cierto es que Maduro sigue en Miraflores y es quien controla el país. 

Ha sido un período de vértigo, en el que Guaidó logró el reconocimiento de más de 50 países encabezados por Trump, además de reactivar la protesta y cohesionar a la dividida dirigencia opositora.

A inicios de marzo, Guaidó tenía una aprobación de 61%, frente a 14% de Maduro, según la encuestadora Datanálisis.

Un escenario como el actualera inimaginable en el 2018. Aun así, el venezolano medio no tiene tiempo para esperar. 

Casi un cuarto de la población de Venezuela necesita ayuda humanitaria urgente, según un informe interno de la ONU que muestra un aumento de la desnutrición y las enfermedades en consonancia con el deterioro de las condiciones de vida en el país sudamericano.

El informe fue presentado esta semana al régimen de Nicolás Maduro, que atribuye la crisis económica de Venezuela a las sanciones de Estados Unidos; y al jefe parlamentario Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por más de medio centenar de países.

El reporte “Visión general de las necesidades humanitarias prioritarias” presenta datos detallados sobre la magnitud de la crisis humanitaria en Venezuela mientras la Organización de las Naciones Unidas buscan obtener apoyo para acelerar su respuesta.

Se estima que 7 millones de personas, o alrededor del 24% de la población total que vive actualmente en el país, tienen necesidades prioritarias urgentes de asistencia y protección“, señala el informe.

Y Maduro sigue ahí.

Se aferró a los militares —su principal sostén— agitando la lucha contra el intervencionismo, alimentada por la advertencia de Donald Trump de que no descarta una acción armada en Venezuela.

Aunque sigue debilitándose, Maduro ha logrado mantener una cohesión sorprendente en un escenario tan adverso.

Hay muchas cosas bajo la alfombra y al Chavismo le va la vida en esconderlas. 

La fuerza armada, con amplio poder político y económico, le ha reiterado “lealtad absoluta”, ignorando los llamados de Washington y Guaidó para que le den la espalda a cambio de amnistías y levantamiento de sanciones.

“La clave del apoyo internacional que aún mantiene el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y que le ayuda a evitar el completo aislamiento tiene nombre propio: Petrocaribe”, indica un informe realizado por #Petrofraude, en el cual se asegura que entre el 2006 y el 2016 el gobierno de Venezuela utilizó 25,000 millones de dólares en petróleo para comprar los votos de por lo menos 14 países de Centroamérica y el Caribe en foros internacionales.

Aunque maltrecha, PDVSA todavía es una vaca lechera. 

Hasta el momento, debilitado y aislado, es Maduro el que va ganando la partida por aguantar el vendaval.