El presidente colombiano Iván Duque hizo una serie de ofertones de campaña durante la contienda electoral que hoy aparecen como una sombra sobre su gobierno: desde impedir la explotación petrolera con el polémico fracking hasta universidad gratuita aparecen en la polémica lista de mentiras que el vocero de Álvaro Uribe dijo para llegar al poder.
1. La decepción de la industria textilera
“Mentiroso, cumpla, tenga pantalones”, esas son las palabras de una trabajadora del sector textil, en un video de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, que pide a Iván Duque cumplir las promesas que había realizado a esta esfera del comercio durante su campaña.
En realidad Duque anda entre la espada y la pared con este tema: tanto por su promesa de no aumentar impuestos, como por su promesa (al sector textil) de aumentar aranceles a las importaciones de este mismo talante. La situación es la siguiente:
En el video se muestra cómo Iván Duque promete aumentar los aranceles de textiles a las importaciones que provengan de países con “sueldos de esclavitud”, para que no le quiten el trabajo a las industrias textiles en Colombia.
Más tarde, en efecto, con la aprobación del Plan de Desarrollo en instancias del Congreso, se afirmó el aumento de aranceles a importaciones de textiles y confecciones que harán, según expertos, que las prendas aumenten su valor en un 25%.
Luego, el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla ha dicho que demandará la decisión del Congreso, acudiendo a la Corte Constitucional, desvirtuando la jurisdicción del Congreso sobre temas arancelarios.
Ahora el problema es el siguiente: el Gobierno ha incumplido a la ciudadanía desde dos instancias. La primera, es la subida de impuestos, que en este caso se evidencia con el aumento del 25% del precio en las prendas.
La segunda, es estar en contra del aumento del arancel a las importaciones de textiles y confecciones, prometido a la industria textil y que, de hecho, será de un 37,9%.
Las propuestas, como se evidencia, eran más que contradictorias y, con el panorama actual, no puede plantearse cumplir las dos al mismo tiempo. Dos promesas incumplibles de campaña.
2. Universidad… ¿Gratuita?
El tema educativo en el Gobierno de Iván Duque es un poco complicado por su constante condición camaleónica. Algunas veces en campaña se le veía arremetiendo contra sus contrincantes presidenciales por ofrecer universidad gratuita. Eso, para él, significaba populismo: “el populismo está en ofrecer universidad gratis y no tener la fuente para ofrecerla”.
En otras ocasiones, en cambio, se le vería ostentar una opinión contraria, como en el debate juvenil realizado por Noticias Caracol: “yo tengo una obsesión, y es que podamos avanzar con la universidad gratuita”.
Pero allí no se quedaban sus promesas. El tema educativo, como gran catapulta del voto de opinión de las últimas elecciones presidenciales, se volvió álgido, recurrente y muy prometedor. Y por eso, el discurso del ahora mandatario se transformó del negar la gratuidad de la universidad como populismo, a prometerla para cientos de miles de jóvenes.
Otra promesa, dicha durante un debate organizado por la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), fue la siguiente: “queremos lograr una cobertura gratuita universitaria para más de 300.000 estudiantes de bajos recursos”.
Más tarde, recién iniciado su Gobierno en agosto del 2018, en la posesión de varios ministros, entre los cuales, se encontraba precisamente el nuevo viceministro de Educación; reafirmaría su posición en cuanto a la gratuidad que merece la educación como derecho fundamental. “Este país tiene que dar el salto hacia la gratuidad para los sectores más vulnerables para la población en la educación superior”.
Pero luego de pocas semanas, las disputas con los grupos estudiantiles y el profesorado (especialmente de educación superior) no se hizo esperar.
Un desfinanciamiento estratosférico en la educación pública originó manifestaciones y protestas de miles de jóvenes que, aun sabiendo que la responsabilidad causal del desfalco no provenía de este Gobierno, exigían por lo menos, que se ampliara la sustentación económica a la educación.
¿Cuál fue su respuesta? “No hay más plata para las universidades este año”. La pregunta es, si sabía que no había dinero, ¿cómo se supone que iba a sustentar entonces la universidad gratuita? ¿No era eso lo que él mismo llamaba populismo?
Al final, el Gobierno y los estudiantes llegaron a un acuerdo y se concretó una suma de financiación provechosa (aunque no suficiente) para la educación pública. Es de aclarar que el logro es virtud de la intención de exigencia del pueblo y no tanto de la disposición política del mandatario, disposición que sí demostró meses atrás en campaña.
3. Reducción de impuestos Vs. Reducción del gasto social
“Necesitamos recuperar nuestra economía, cero derroche, un Estado austero y eficiente que nos permita bajar impuestos, subir salarios”, estas eran las palabras de Iván Duque en un video de campaña, en el que lucía al lado del expresidente Álvaro Uribe, como principal fórmula propagandística.
Contrario a eso, el Gobierno, para el 2019, redujo el gasto social y aumentó los impuestos: es textualmente el opuesto a lo prometido. Así, por ejemplo, se redujeron los subsidios para viviendas, se redujeron los subsidios de energía para las personas de estrato 3, se incluyó en el Plan Nacional de Desarrollo un nuevo impuesto para salvar económicamente a Electricaribe, entre otros.
Es de recordar que, justo al inicio de su mandato, la opinión pública recriminó al nuevo Gobierno cuando el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, advirtió cambios tributarios sustanciales en el panorama económico del país.
Estos cambios, no solo significarían una importante reducción tributaria para las empresas, sino además, un importante aumento tributario para las personas naturales.
Más tarde, se anunciaba que esa maniobra pertenecería al programa de la Ley de Financiamiento, una estrategia presupuestal que buscaba suplir el desfalco de más de 14 billones de pesos que había dejado el Gobierno de Santos.
Pero, esta Ley, contraria a toda promesa realizada por la campaña de Duque, planteaba imponer IVA al 80% de la canasta familiar. Iván Duque fue un acérrimo contradictor del IVA del 19% impuesto por el Gobierno precedente, aún así, su ministro de Hacienda, estaba convencido de que ampliar su cobertura a la canasta familiar, era la mejor forma de financiar al Estado.
Gracias a la presión ciudadana y a los debates ejecutados en las diferentes instancias pertinentes como el Congreso, la Ley de Financiamiento perdió el esquema inicial, para muchos arbitrario, que acudía al alza de impuestos y el mayor acaparamiento del IVA. De igual forma, sus huellas económicas están presentes en la cotidianidad y varios impuestos quedaron vigentes, como el IVA plurifásico a las gaseosas y la cerveza.
4. ‘Respeto’ por los acuerdos
Duque se ha desgastado en vano en este tema. Él también ha sido mudable con lo que respecta a los acuerdos. Inicialmente, tanto en su ejercicio de congresista como en su campaña presidencial, criticó el proceso de paz como un promocionador de la impunidad. Desde luego, advirtió que, si llegaba al poder, iba a realizarle ciertas ‘modificaciones’.
La contradicción viene después. El mandatario, al reconocer el peso de reputación que tenía el proceso a nivel internacional y, sintiéndose presionado por ello, expresó en París unas palabras de apoyo y admiración a los acuerdos (que tanto criticaba), destacando sus logros y afirmando tener un compromiso con los desmovilizados de las Farc:
“Ayudarle a la gente que fue reclutada de niños y que han sufrido muchísimo en sus vidas personales por la violencia para que se desmovilicen, desarmen y busquen un mejor futuro, pero también necesitamos acoger una lógica para la paz”.
Meses después, serían las mismísimas organizaciones internacionales, como la ONU, las que tendrían la tarea de pedirle al presidente “respetar la integralidad del acuerdo de paz”.
¿El Acuerdo de Paz es una herramienta discursiva de doble filo que se apoya o se ataca, de acuerdo al contexto donde se esté hablando?
Las objeciones a la JEP, por ejemplo, negadas y rechazadas institucionalmente, según la oposición, implicaban “en la práctica, desacatar una sentencia de la Corte Constitucional”.
En sustancia, cada uno de los reclamos ya habían sido evaluados por la Corte y, al ser presentados sin justificaciones argumentales sobre “los supuestos efectos económicos, sociales o políticos de su implementación”, únicamente se puede concluir que su fin no era nutrir el proceso de paz, todo lo contrario.
5. Mermelada, decenas de cargos amañados
Para febrero del 2018 Iván Duque hablaba sobre cómo la mermelada iba a ser nula en su Gobierno. Desde un conversatorio organizado, entre otros, por El Tiempo, el para entonces candidato decía que “los cargos públicos no pueden ser para entregárselos a feudos políticos para que controlen las entidades. (…) Los ministerios no se pueden asignar en función de las presiones políticas”.
Pero vaya sí le han pesado al Gobierno de Duque, las diversas denuncias en su contra, realizadas por decenas de cargos diplomáticos amañados que él mismo ha otorgado.
Políticos como el representante a la Cámara David Racero, hablan de hasta 70 cargos públicos que han sido entregados a personajes muy reconocidos y allegados, no solo del presidente mismo, sino de todos aquellos que lo apoyaron en campaña o tienen vinculaciones políticas o ideológicas con él.
El hermano de Paloma Valencia está en el Consulado de Miami, al igual que la suegra de Abelardo de la Espriella. La esposa del expresidente César Gaviria está en la Embajada de Egipto. La esposa del ministro Alberto Carrasquilla es la alta consejera presidencial. Un primo de Enrique Peñalosa fue nombrado alto consejero presidencial para el posconflicto.
La suegra de un hijo del expresidente Pastrana, Fernando Mejía Alzate (vinculado a casos de corrupción con Odebrecht), Jaime Amín, Clara María González, y muchísimas personas más, se suman a la cuenta de cargos denunciados como mermelada hecha en Colombia.
6. Fracking, una ofensa ambiental
El puesto número 1 se lo lleva, no solo el despotismo, la afabilidad y el desdén con la que se ha tratado el tema del fracking, sino además, toda la actitud antiambientalista que hasta ahora el Gobierno de Iván Duque ha demostrado.
Duque juró en campaña proteger, preservar, salvaguardar el medio ambiente colombiano. Prometió que esta sería su prioridad gubernamental, dijo que motivaría a las juventudes a cuidar la biodiversidad.
Pero hoy el Gobierno ejecuta todo lo contrario. La sociedad colombiana se ha visto obligada a inmiscuirse en discusiones donde abundan estrategias antiguas (que se creían superadas en el país), como la erradicación de cultivos a través de la aspersión aérea con glifosato.
En el discurso de Iván Duque, más que frecuente, era forzoso el tema de abandonar la economía basada en políticas extractivitas para permitir al país adentrarse en nuevas dinámicas económicas más sostenibles. Pero todo, sin más, fue una patraña.
El Plan Nacional de Desarrollo brinda atisbos a la fracturación hidráulica, preocupa a ambientalistas y ciudadanos comunes, y desata una ola de indignación argumentada en el cuidado del planeta y la biodiversidad.
Iván Duque prometió un plan de contingencia para mermar la deforestación, pero no se ha pronunciado respecto a los más de 20 mil árboles que se piensan talar en Bogotá, con la administración deforestadora de Peñalosa, a pesar de las constantes denuncias y protestas ciudadanas en el tema.
Con información de La Oreja Roja