La salida a la crisis venezolana puede y debe ser negociada, pues de otro modo, lo que continúa en la agenda es “el suicidio político”. Tras años negando que exista un problema, Nicolás Maduro decidió sentarse a negociar con la oposición básicamente porque a pesar de su poder de coacción, está contra las cuerdas.
Venezuela atraviesa cinco mega crisis que ni siquiera en Cuba han vivido. Las mega crisis: económica, seguridad ciudadana, servicios públicos, política y humana.
El líder chavista sabe que cualquiera confrontación (así sea electoral) implicará un ganador y un perdedor. El ganador saldrá a cobrar todo y el perdedor saldrá con un cuchillo en la boca a defender sus interés personales y políticos. Una negociación le permite dilatar su caída e incluso maquillarla.
Es que Nicolás Maduro sabe en su intimidad que cada día es peor que el anterior y que está gobernando la nada, sin dinero suficiente para salir airoso y escalar la cuesta.
Donald Trump y la Comunidad Internacional están hablando muy en serio. Rusia, único aliado importante de Maduro, está siendo emplazado seriamente por Estados Unidos. Los colosos saben repartirse el mundo y Maduro podría perder el respaldo de Moscú por una negociación entre potencias.
Donald Trump ha advertido a Putin que Venezuela forma parte de su espacio geoestratégico vital (“patio trasero” en lenguaje de Monroe) y no es negociable. En Miraflores saben que Putin es pragmático y nacionalista (no es socialista), y se lleva bien con Trump.
Las presiones dentro del Ejército bolivariano, el aislamiento internacional, la severa crisis financiera, las 5 mega crisis que devastan al país, el desmoronamiento de su aparato confiable de poder, el riesgo de llevar a la tumba el proyecto de Hugo Chávez, y el desamparo en que quedarían millones de chavistas, son muy poderosas razones para sentarse a negociar.