No habrá intervención militar. No está en la agenda de Estados Unidos. No en la agenda de Donald Trump. Elliot Abrams señalaba este martes que aquello no forma parte de la política de su Gobierno en este momento. Y tampoco forma parte de la política de la comunidad internacional. Quienes desde Venezuela han dicho que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar) abre las puertas a una solución rápida desde el exterior, han mentido deliberadamente. ¿Cuál es el siguiente paso de Estados Unidos?
Donald Trump se embarcó en una estrategia de uso del caso Venezuela como bandera de su campaña para la reelección. Pero ya comienza a hacerse demasiado tarde. Nicolás Maduro parece dispuesto -lo ha advertido- a resistir hasta las últimas consecuencias en el poder. También resistieron y resisten los Castro en Cuba. O la dinastía Kim en Corea del Norte. En ambos casos las sanciones, que alcanzaron la categoría de bloqueo, no lograron el objetivo final de derrocar a las tiranías que someten a sus pueblos.
Pero no hay otra estrategia. Esa es la única posible. De allí que el próximo paso en la agenda de Estados Unidos sea apretar las sanciones con el fin de alcanzar la presión suficiente para desarmar el entorno militar de Nicolás Maduro y provocar su salida del poder. Ha sido esta la fórmula no desde ayer, sino desde siempre.
Trump se enfrenta así al aparato cubano que protege a Maduro de sus propios militares. Un aparato que se instaló progresivamente desde los tiempos de Hugo Chávez en el poder, y que logró purgar a los oficiales institucionales de la Fuerza Armada. Pero no a todos. Nunca es suficiente. De allí que en el Palacio de Miraflores todavía exista temor tras los hechos del 30 de abril, cuando un grupo de militares se pronunció en contra del régimen. El movimiento fue sofocado horas después, pero sabe Maduro que el descontento en las filas la FANB sigue vigente.
Y ese descontento es el que intenta aprovechar Trump. Con presión. Y más sanciones, que es lo que sigue en su agenda.