Al sacar a la calle a militares e imponer toque de queda, el presidente Sebastián Piñera revivió para muchos la pesadilla de la barbarie de Augusto Pinochet.
La imagen de tanques militares circulando por las principales calles de Santiago y soldados resguardando varios puntos de la ciudad han hecho que muchos retrotraigan lo sucedido durante ese régimen de 17 años (1973-1990), que dejó más de 3.200 víctimas, entre muertos y desaparecidos.
Piñera actuó amparado en la Constitución cuando decretó un estado de emergencia y toque de queda el fin de semana, por primera vez en los 29 años de democracia. Sin embargo, son las generaciones más jóvenes, criadas en democracia y sin memoria de los años oscuros, los que desafían con arrojo a las fuerzas del orden.
Las protestas y actos vandálicos, que se entremezclan con las manifestaciones legítimas, ya dejan 18 muertos, cinco de los cuales a manos de militares y policías, según reportes coincidentes de la Fiscalía, el gobierno y el autónomo Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), que hasta la tarde del miércoles informaba, además, de 173 “heridos por armas de fuego” y 2.138 detenidos.
El gobierno afirma que “todo está siendo investigado. Están todos los antecedentes entregados por las propias instituciones”, aseguró Andrés Chadwick, ministro del Interior y Seguridad. Eso sí, declaraciones y explicaciones oficiales de este tipo eran impensables durante la dictadura.
En escenarios de manifestaciones, como en plaza Italia o el centro de Santiago, los militares lanzan abundante gas lacrimógeno y balines contra la multitud. No obstante, también se abstuvieron de actuar ante abiertas provocaciones en otros focos de protesta.
El INDH ha indicado también que tiene reportes de presuntas violaciones a los derechos humanos como golpes, desnudamientos, maltrato físico y verbal, así como un caso de violencia sexual. Una mujer relató que la pusieron boca abajo sobre basura y que la amenazaron con el arma militar si se movía “para luego tocar su cuerpo con el fusil y amenazarla con penetrarla con el arma”.
Han llegado muchas personas con perdigones, con balines de goma en los ojos, perdiendo la visión, heridas en el cuerpo con una situación muy grave. Las fuerzas militares y policiales han actuado como si fuera un estado de guerra.