Los pueblos de América Latina siguen viendo sus monedas nacionales como una señal de soberanía e independencia. Cuando se renuncia a la moneda propia, eso se considera casi como un gesto de sometimiento ante una potencia extranjera. Es peor aún si se trata de los Estados Unidos.
La dolarización es una opción nuclear monetaria para un país. Es el último recurso cuando todos los demás instrumentos de gestión de crisis ya no funcionan. Esa es una de las razones por las que, en algunos países, el dólar estadounidense es la moneda principal. Oficialmente, solo tres países latinoamericanos adoptaron el dólar estadounidense: Ecuador, El Salvador y Panamá.
Este no es el caso de Venezuela. Si bien el bolívar es actualmente casi una moneda zombi debido a la hiperinflación, de octubre de 2019 sólo el 54 por ciento de todas las transacciones con bienes y servicios en Venezuela se realizaron en moneda extranjera. Sin embargo, en comparación con la crisis económica en 2012, el uso de divisas para el intercambio de bienes y servicios se ha multiplicado por diez.
En la mayoría de los demás países de la región, las personas que pueden permitírselo confían tradicionalmente en el dólar estadounidense cuando se trata de protegerse contra la inflación y la devaluación de la moneda. Incluso en la crisis actual de Argentina, la gente está mirando todos los días el valor del dólar para saber cuál es su poder adquisitivo.
Sigue en cuestionamiento que la solución a la crisis económica que vive el pueblo venezolano pueda ser mejorada o superada por el uso del dólar estadounidense, como afirma Maduro.
El jefe del departamento de América Latina del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Werner, asume que la crisis económica y humanitaria en Venezuela continuará empeorando.
“Se espera que el Producto Interno Bruto (PIB) real disminuya en un 35% en 2019, de modo que la disminución acumulada estimada desde 2013 se elevará a más del 60%”, dice Werner según detalla la cadena DW.
En otras palabras, el volumen de la economía del país se ha reducido a más de la mitad desde 2013. El bolívar, que ya ha perdido alrededor del 90% de su valor este año, es probable que continúe en baja. De hecho, el FMI estima que la hiperinflación se duplicará, y que pasará de un 200.000% de este año, a 500.000% en 2020.
El gobierno de Caracas lleva meses tratando de hacer rendir sus últimas reservas para obtener divisas. Las reservas de oro se han vendido a Turquía y a otros países, esquivando abiertamente las sanciones estadounidenses contra el régimen de Maduro. Recientemente, un gran cargamento de chatarra y metales viejos ha emprendido un viaje a Estambul.
De todos modos, el presidente Maduro ha confirmado recientemente que el bolívar seguirá siendo la moneda oficial de Venezuela. El presidente, no obstante, no mencionó los productos que aún se pueden comprar con la moneda venezolana. Maduro también lanzó una criptodivisa llamada Petro en febrero de 2018 para volverse menos dependiente del dólar estadounidense, pero el proyecto no prosperó.
A principios de 2019, economistas asumieron que Venezuela necesitaría un paquete de ayuda del FMI de al menos 60.000 millones de dólares para volver a encarrilar la economía del país. Entretanto, esa suma ya podría no ser suficiente.