Ha pasado un año desde que Juan Guaidó asumió como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y, a los pocos días, se convirtió en el presidente interino que no gobierna. 

Ahora que su gestión como presidente del parlamento llega a su fin, sus colegas de la Asamblea se enfrentan al dilema de reelegir a un político que no tuvo los resultados esperados o comenzar desde cero el proceso de designar a un líder “legítimo”. 

El clima en el Parlamento de la otrora potencia petrolera se ha visto afectado en las últimas semanas a consecuencia de la presunta vinculación de un grupo de diputados en hechos de corrupción. A partir de entonces se habla de una supuesta rebelión de legisladores –unos 70, según analistas citados por El Nacional– en contra de Guaidó.

Para empatar las cosas, algunos de los involucrados en hechos de corrupción denunciaron también irregularidades con la ayuda humanitaria que llegó a Colombia para entrar a Venezuela. Además, han sugerido que el también presidente encargado de la República no quiere salir del régimen de Nicolás Maduro.

Respaldo

Otra de las vicisitudes que se presentan ante la elección de la nueva junta directiva parlamentaria es el pacto firmado por la oposición venezolana en 2016. De acuerdo con este convenio, en 2020 le corresponde a los partidos minoritarios presidir la Asamblea Nacional.

Sin embargo, este problema parece resuelto. Este lunes 27 partidos reafirmaron la ratificación de Guaidó como presidente de la Asamblea y encargado de la República. Una ratificación similar se había originado a principios de septiembre, aunque en su momento se calificó de extemporánea.

La Presidencia Encargada

Si Guaidó no es presidente de la Asamblea Nacional decae la base institucional de todo el proceso. Él está en la situación que está por haber sido presidente del Parlamento.

Su condición de presidente del Legislativo es el único fundamento constitucional que posee para ejercer la Presidencia Encargada. Hay una relación inédita, constitucionalmente hablando, entre la Presidencia de la AN y su interinato, que ha ido más allá de un mes –lo que establece la Constitución– por razones ajenas a Guaidó.

Así, de ejercer Guaidó como presidente interino sin presidir el Parlamento “generaría un conflicto constitucional, legal y político. Por tanto, para las metas de la oposición, no es conveniente la separación de ambos cargos, hasta que no se produzca el cese de la denominada “usurpación”.

De no ser ratificado

En el supuesto caso de que el mandatario interino no sea ratificado como presidente de la Asamblea Nacional, el escenario para salir de Maduro sería mucho más incierto. La Presidencia Interina podría ser transferible al nuevo presidente del Parlamento, llevando el proceso nuevamente a la casilla de partida.

Sin embargo, este tendría que asumir la jefatura ejecutiva, como lo hizo Guaidó el 23 de enero. 

Según analistas citados por prensa venezolana, en la carta magna no se establece la separación del cargo de presidente de la Asamblea Nacional cuando se asume como presidente interino, por lo que no podría continuar con este cargo.

El escenario

En caso de que un nuevo presidente del Legislativo asuma la Presidencia Encargada, se presentaría otro dilema: el liderazgo conseguido por Juan Guaidó durante 2019 que, aunque ha menguado, se mantiene. También, el respaldo de más de los 55 países, incluido Estados Unidos, a su Presidencia Encargada.

Más allá del aspecto formal, Guaidó ha ganado liderazgo. Es el más importante líder político, es la persona que más legitimidad tiene para ser considerado líder político.

Este liderazgo, que podría consolidar una unidad de partidos opositores, disidentes, ciudadanía, gremios, comunidad internacional y FANB, no la podría adquirir un dirigente minoritario solo por ser presidente del Parlamento.

Ninguno por separado puede lograr el cambio. Se necesita un acuerdo, una conjunción de fuerzas, incluida parte de la que sostiene a Maduro si la oposición quiere llegar a algún lado.

Además, quedaría la incertidumbre de qué sucedería con los embajadores nombrados por Guaidó y las distintas juntas ad hoc nombradas en empresas como Citgo, Pequiven y Monomeros, entre otros.

El reto

De no repetir Guaidó habría que volver a organizar la política exterior con los países que han reconocido a su cuestionable liderazgo. Además de reestructurar las relaciones con Estados Unidos, principal aliado del presidente interino.

La Presidencia Encargada solo sería transferible en caso de una tragedia de fuerza mayor. Sin embargo, desde el punto de vista político no parece que haya alguna intención en el partido opositor ni en los países del Grupo de Lima y Estados Unidos de hacer algún tipo de sustitución.

La junta que se juramente el 5 de enero de 2020 se encontraría ante un escenario mucho más grave que el actual, con mayores sanciones económicas, aumento de la crisis política y la tensión con los países fronterizos, como Colombia y Brasil.

Así, la esperanza para algunos es que la junta que asuma el 5 de enero tiene el deber de llevar al régimen de Maduro una batalla final antes de que se produzca cualquier proceso electoral parlamentario.