En Colombia murieron de manera violenta 32 personas al día durante el 2019: un país violento con una triste cultura de muerte. En ese contexto, Jhon Jairo Velazques, alías Popeye, uno de los sicarios de Pablo Escobar, se paseaba por las calles vanagloriandose de sus fechorías.

“El lugarteniente de la mafía” “autor de 300 asesinatos por mano propia”, decía el delincuente que pagó 22 años de condena ante la mirada atónita de sus víctimas. 

Esta semana se supo que el delincuente padece cáncer terminal de esófago (estado IV) y le quedarían pocos meses de vida, 

A principios de noviembre el rumor se esparció en redes. Popeye tendría un cáncer terminal. Al principio se creyó que podría ser un estrategia para mermar su condena. Pero estas fotos, publicadas los últimos días de diciembre, disiparon cualquier tipo de duda.

Lo que tenía específicamente se hizo público semanas después: cáncer de esófago en estado IV- el último- con metástasis en pulmones, hígado y otras partes del abdomen. Este es el diagóstico publicado por la Agencia de Periodismo Investigativo API

La prensa colombiana narra su agonía como una suerte de venganza del destino: “Popeye está en una celda con cama de concreto, de un metro con veinte y uno noventa de alto. En las tardes el calor es abrazador. Los zancudos y las cucarachas se alimentan de su sudor. En las noches lo que atormenta es el olor nauseabundo que se despierta desde el basurero contiguo a la cárcel”.

“La leyenda negra ha acompañado al penal desde su apertura en marzo del 2000. Durante los primeros 11 años el ambiente era insoportable. En ninguna de las 800 celdas hay un solo ventilador. El agua solo llegaba durante media hora a las siete de la mañana, y otra media hora a las seis de la tarde. Apenas hay tiempo de bañarse. Sólo podían recoger un poco del líquido en botellas de gaseosas llenas de moho. La diarrea se agudizaba aún más por culpa de las cucarachas y las ratas”.

Ahora lo único que queda es la movida que piensa hacer su abogado para que pueda morir en su casa en Medellín. Estos días serán definitivos para saber si la movida tendría éxito.

Ante esto, surgió el debate: ¿Deben los colombianos alegrarse por la agonía del sicario?

El programa radial ‘Mañanas Blu’ fue escenario de una discusión moral que actualmente divide al país, el celebrar o lamentar la enfermedad del asesino.

La discusión no se dio entre invitados del programa sino entre panelistas que entre opiniones destaparon un tema tan grave como es el celebrar la muerte de uno de los personajes más nefastos de los últimos años en Colombia. Por una parte, el exsacerdote Alberto Linero comentó que no se debe creer en la idea de un “buen muerto” y que debemos ser personas de mejores sentimientos.

Ante la postura del escritor de “El man está vivo”, el propio director del programa, Néstor Morales, se alejó de su pensamiento y afirmó que por su parte no siente que deba orar o pedir por la buena salud del ex sicario, trayendo a colación el pasado violento de este y las repercusiones que tuvo para el país en lo que fue una de las épocas más violentas de Colombia.

“Para serle sincero, [Popeye] me parece un buen muerto. Padre, ese señor es uno de los peores criminales en la historia de Colombia. Mató miles, miles de policías; gente buena que murió. Los mártires de la época del narcotráfico de Pablo Escobar se le deben, entre otras cosas, a este bárbaro de ‘Popeye’”, señaló Morales ante sus compañeros de programa.

Por su parte, el ex sacerdote no ocultó su sorpresa ante las fuertes palabras del director del programa, y explicó cómo ese tipo de pensamientos no traen nada bueno a ninguna persona. “Deberíamos ser mejores seres humanos y tener la misericordia que esa gente no tuvo con uno. No podemos pensar y sentir como ellos (…) son opciones de vida y debemos tener mejores sentimientos y emociones”, fueron algunas de las frases que el religioso explicó.

Asesino despreciable

Siendo alguna vez señalado como jefe máximo de sicarios del Cartel de Medellín por los medios de comunicación colombianos, en especial aquellos centrados en la capital Bogotá, se ha podido esclarecer que era un mando medio; el criminal confesó alrededor de 300 homicidios, del secuestro del entonces candidato a la alcaldía de Bogotá, Andrés Pastrana Arango (quien sería después Presidente de la República), del secuestro del periodista Francisco Santos (quien sería después Vicepresidente de la República), del secuestro y asesinato del procurador Carlos Mauro Hoyos y la complicidad en los homicidios del gobernador de Antioquia Antonio Roldán Betancourt. También confesó haber participado, junto a John Jairo Arias Tascón, alias “Pinina”, en los asesinatos del comandante de la policía de Antioquia, Coronel Valdemar Franklin Quintero y del candidato presidencial Luis Carlos Galán, al declarar haber suministrado el arma para el magnicidio, y ha sido también implicado en los procesos del atentado terrorista en el vuelo 203 de Avianca.

Popeye llegó a ser el compañero sentimental de una de las mujeres de Escobar, que fue mandada asesinar por el Capo tras enterarse de que era una confidente de la policía. El Capo le encomendó dicha misión al propio «Popeye» sabedor de su aventura con su amante; éste explicó en una entrevista: «Pablo se dirigió a mí y me dijo que sabía de lo mío con su amante, pero a su vez su mujer era una confidente. Él fue claro, ‘o tú o ella’, no lo dudé ni un solo segundo»…

Condenas

Desde 1992, Popeye cumplió una condena de cárcel bajo acusaciones de terrorismo, narcotráfico, concierto para delinquir con fines terroristas y homicidio.​ Durante 2000 y 2001, Popeye estuvo involucrado en los enfrentamientos armados en la cárcel La Modelo. En 2008 el lugarteniente de Pablo Escobar fue condenado a veintitrés años y tres meses por otros procesos judiciales en su contra. El 22 de agosto de 2014 se dio a conocer la noticia según la cual había recibido la libertad condicional por haber cumplido tres quintas partes de su condena, pero que viéndose involucrado en otros procesos, la libertad condicional no sería en la práctica obtenida, sin embargo fue liberado el 26 de agosto de 2014.

Popeye es responsable directo de la muerte de alrededor de 300 personas, la participación en la muerte de otras 3000 y de la coordinación de al menos 200 carros bombas en toda Colombia, durante su vida delictiva.