Mientras los líderes de los países de la Unión Europea celebraban el “acuerdo histórico” para reactivar la economía amenazada por una recesión sin precedentes a causa de la pandemia de coronavirus, en América Latina crecía la preocupación. En efecto, el futuro de la región no pinta nada bien frente al avance de la COVID-19, que deja hasta ahora más de 316.000 muertos y 7,9 millones de contagios.
“La pandemia no muestra signos de una desaceleración en la región”, alertó la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), al tiempo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señalaba que el virus provocó un retroceso de diez años en la economía. Calcula que la contracción económica para América Latina será del 9,1 % este año. Es decir, que lo que viene es una economía de guerra.
Y aunque el mundo entero está enfrentando los mismos problemas, lo cierto es que habrá zonas en donde la factura que se pague por las medidas para contener la pandemia será mucho más alta. Y esa es América Latina, cuyos países no han logrado tomar medidas comunes de ayuda frente a la crisis ni tampoco han visto un liderazgo regional.
Lo que consiguió Europa es inédito, porque por primera vez en la historia se prevé un endeudamiento masivo para inyectar ayudas en las regiones más afectadas por la pandemia. “Hemos demostrado que la magia del proyecto europeo funciona, porque, cuando pensábamos que era imposible, hay salida gracias al respeto y la cooperación”, dijo este martes el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, al término de la cumbre.
Alemania y Francia se alinearon para aceptar que los fondos se presten a gran escala en nombre de Europa, rompiendo así un tabú en un país que siempre se opuso a la idea de una deuda común. “Esto abre la puerta a un mecanismo que permitirá mantener a Europa en la historia”, señaló Anne-Laure Delatte, consejera en el centro de estudios CEPII.
El fondo de recuperación de la UE dispondrá de 750.000 millones de euros (unos US$840.000 millones), que la Comisión Europea tomará prestados en los mercados financieros en nombre de la UE. Si no hay ningún obstáculo en los procesos parlamentarios, que comienzan este jueves en la Eurocámara, en donde deberá ser aprobado, el nuevo presupuesto para el período 2021-2027 debería empezar a ejecutarse a partir de enero del próximo año.
Los recortes
La mayor parte del dinero se desembolsará a través del Instrumento para la Recuperación y la Resiliencia, en concreto 672.500 millones de euros, 312.500 de ellos como transferencias directas y 360.000 como créditos. Estas ayudas servirán para financiar programas de reformas e inversiones en los países europeos más afectados por la pandemia.
La aprobación del ambicioso plan, sin embargo, plantea recortes en algunos programas, particularmente los de ciencia, Invest EU, Fondo de Transición Justa para el Clima, migración y, según analistas, cooperación internacional. “Hay una propuesta sobre la mesa y queremos mejorarla, y dar respuestas a algunos recortes que se han hecho y que encuentran que no tienen justificación”, explicó el presidente del Parlamento Europeo (PE), David Sassoli.
El historiador español Miguel Benito-Lázaro lo explica así: “Habrá menos dinero para cooperación internacional, porque Europa va a tener menos dinero y el que haya deberá percibirse como inversión útil y no como gasto innecesario. Esto de manera general para todos los países receptores de ayuda de la UE. Pero ahora, cuando no se ha terminado la crisis del COVID-19, aún es difícil estimar cuánto caerá esa ayuda”. Aunque aclara que “otro factor a tener en cuenta serán las cantidades y los acuerdos que la Unión Europea ya tenga previstos. Tendrá que decidir si los renegocia, los cumple tal cual o los reestructura”.
Cooperación internacional, modificada
La Unión Europea contemplaba hasta 2027 un presupuesto de 96.400 millones de euros; de los cuales 21 % iba a los Balcanes y África, y un 6 % era para la cooperación con América Latina y el Caribe, según datos de la prensa europea. Y aunque la mayoría de países de la región son considerados de “renta media”; es decir que no requieren ayuda de acuerdo con las normas de la cooperación internacional, la UE seguía con varios programas.
Indudablemente, el coronavirus va a afectar la política de cooperación de la Unión Europea, tanto con América Latina como con otras regiones. Pero, aún con todo, y a pesar de que no son buenos tiempos para la cooperación, nada invita a pensar que la Unión Europea seguirá siendo el actor cooperante más importante del mundo. Algunas de sus líneas estratégicas con América Latina, como mejorar la cohesión social y fortalecer la integración regional, se mantendrán, si bien muchos otros programas se verán más afectados.
Algunos de los países que más cooperan con América Latina, España, Italia y Francia, por ejemplo, han sido los más afectados por el coronavirus, lo cual complica la situación, por lo que plantea un cambio en el tipo de cooperación. Es muy probable que una mayor parte de la misma pase a ser reembolsable y, por otro lado, las exigencias para acceder a la ayuda sean mayores.
Hace unos años, con la crisis de 2008, EE. UU. empezó a revisar sus acuerdos internacionales y replantearse la ayuda internacional. El objetivo era reducir los compromisos exteriores para poder atender más a los interiores. Además, claro, se visibilizaba la tensión entre el Congreso (casi siempre en este período de mayoría republicana) y la presidencia (Obama). Trump entendió aquello como una especie de mandato: reducir compromisos exteriores, recortar gasto en instituciones y acuerdos y, por último, renegociación de los tratados firmados.
En ese proceso, a los países de América les tocó renegociar parte de las ayudas que recibían o aceptar mayor condicionalidad en el uso de esas ayudas (en qué usar ese dinero). Con Trump, por ejemplo, eso ha supuesto volver al tema del narcotráfico que, con Obama, había perdido peso.
De acuerdo con expertos en Bruselas, una cosa dicen los números y otra la realidad. En plena pandemia, España aprobaba un plan de cooperación de 1.700 millones de euros para ayudar a países afectados por el coronavirus. “Las medidas se volcarán en aquellas regiones con las que España tiene un compromiso particular, como América Latina, el Caribe, África, Oriente Próximo y las del sur de Europa, con una duración de dos años”, anunciaba Arancha González, ministra de cooperación.
Una cosa es innegable: la crisis del coronavirus ha golpeado a los países miembros y hay un freno económico, que será mayor en los próximos meses. Es decir, hay menos dinero disponible, el plan aprobado el martes es para reactivación y choque para compensar el impacto de la pandemia, y es un plan con condiciones. Entonces, hay que ¿repensar la cooperación?
“Sí, pues hay menos dinero para todos, incluida la cooperación. Y los países que pagan (los que la prensa española llama “los frugales”) tienen mecanismos para frenar las transferencias a los países receptores (España, Italia…) si no usan los fondos en gastos o inversiones que no se dirijan a reactivación económica y reformas. Además, en un contexto de crisis económica, la cooperación internacional puede no ser políticamente popular ni electoralmente beneficiosa”.
Es decir, la cooperación internacional en el seno de la UE, si se vincula al plan de reactivación, tendrá que justificarse muy bien para no generar tensiones en el seno del bloque comunitario, lo que habla de probables cambios en el modelo.