El 28 de enero era el día previsto para la segunda venida de Jesucristo a la Tierra, pero fue una falsa alarma. Las 25 personas que permanecían tres semanas ayunando encerradas en una casa en el departamento caribeño del Atlántico, en Colombia, han quedado decepcionadas… y arruinadas, pues la mayoría vendieron sus propiedades siguiendo los consejos del pastor Gabriel Alberto Ferrer Ruiz, líder de la Iglesia Cristiana Berea, quien anunció la “buena nueva”.
El pastor Gabriel Alberto Ferrer Ruiz se dirige a la congregación.
Pero el pastor no se confinó en la casa con los feligreses para esperar al Redendor, sino que ha desaparecido sin dejar rastro y, al parecer, llevándose consigo el dinero de su ingenua grey, que se habían despojado de sus muebles, casas, ropa, accesorios, joyas y todo tipo de bienes materiales, condición innegociable para poder ser “abducidos” por Cristo y ascender a los cielos.
Las tres familias que creyeron en las palabras del pastor -algunas de la cuales ni siquiera le habían conocido en persona- cometieron la imprudencia de transferir el dinero obtenido por la venta de sus bienes al religioso, y su silencio actual desde el pasado 28 de enero hace presagiar lo peor, según advierte la revista Semana.
En las fechas previas a la no-venida de Jesucristo, se especuló en Colombia de que el grupo tuviera intenciones suicidas, un método de tránsito exprés al Más Allá utilizado por grupos sectarios en el pasado. Sin embargo, Gabriel Ferrer se dirigió a sus acólitos a través de YouTube para desmentir cualquier tendencia suicida: «Los que alientan el suicidio son los apóstatas. Los suicidas se van al infierno. Nosotros somos templo del Espíritu Santo de Dios, no se equivoquen».
Algunos de los feligreses engañados por el pastor ya se han dirigido a la Fiscalía General de la Nación para denunciar al pastor y esperar a que éste les restaure sus pertenencias, pues muchos de ellos no tienen «ni hogar ni ropa con qué vestirse», explica el semanario.
Los feligreses del municipio de Sabanalarga, en el departamento Atlántico de Colombia, cerca de Barranquilla, llevaban 18 días practicando el ayuno para purificarse y poder marchar, ligeros de peso y de equipaje, a un mundo mejor.