El asesinato de la joven iraní Mahsa Amini ha desatado una serie de protestas que han sacudido a la República Islámica de Irán, una nación que lleva 43 años siendo una teocracia regida por la ley islámica y que se ha caracterizado en este tiempo por atacar sistemáticamente muchos de los derechos más básicos de las mujeres. Una situación que no siempre fue así en este país centroasiático. En France 24 repasamos cómo se llegó a esta situación.
El asesinato el pasado 16 de septiembre de Mahsa Amini por la Policía de la Moral por no llevar “correctamente” puesto el velo, ha desatado una fuerte ola de protestas que ha sacudido a Irán en el último mes. Las mujeres han liderado este movimiento contra las estrictas leyes que atentan a sus derechos más básicos. Una situación que no siempre fue así, pero que lleva dándose desde el año 1979, el año en que triunfó la Revolución Islámica e Irán se convirtió en una teocracia.
Durante las primeras siete décadas del siglo XX Irán estaba muy lejos de ser el país que es ahora. Esta nación era una monarquía que desde 1926 estaba regentada por la dinastía Pahlaví. Para los años previos a la revolución su soberano era el Sha Mohammad Reza Pahlaví, una figura muy cercana a Occidente que convirtió a Irán en uno de los mayores aliados de Estados Unidos en Medio Oriente y trató de realizar varias reformas internas en su país con el fin de modernizarlo.
Los años del Sha se caracterizaron por la liberalización de la economía iraní, el crecimiento de una burguesía occidentalizada, la abolición del velo o la ampliación de los derechos de las mujeres. Durante sus gobiernos, este colectivo llegó a tener derecho a voto, a divorcio y casi una total libertad personal. Aunque, a pesar de sus concesiones sociales, en el aspecto político, este monarca se caracterizó por su gran represión contra disidentes y opositores que osaran desafiarlo. Algo que generó un gran malestar en diversos sectores de la sociedad iraní.
Las protestas contra la monarquía llevaron a su final e hicieron que Irán se convirtiera en una república teocrática
Los miles de detenidos y cientos de fallecidos hicieron que a finales de 1978 las protestas crecieran contra el monarca y su familia, a quien acusaban de liderar un régimen tirano y profundamente corrupto. Tras estas protestas había un crisol de personas a las que solamente les unía su rechazo total a la monarquía. Algunos de los opositores eran comunistas, otros eran estudiantes liberales de los entornos urbanos y, por último, también había fundamentalistas islámicos.
Las reformas sociales y de occidentalización que había liderado el Sha sentaron muy mal al colectivo religioso ultraconservador, que veía en ellas una amenaza a la forma de vida tradicional iraní y una especie de invasión cultural.
Durante las protestas, este colectivo consiguió hacerse mayoritario y ganar cada vez más fuerza gracias a que consiguió aglutinar a un gran número de iraníes en torno a lo que más les unía: la religión. Y además, a diferencia de otros colectivos, como los comunistas, tenían un gran líder: el ayatolá Jomenei.
Algunas de sus palabras desde el exilio en París ya adivinaban lo que pretendía hacer una vez estuviera en el poder: “Que sea una abdicación o una dimisión no significa nada, pero el Sha tiene que ser retirado de su trono. El voto del pueblo ya no es el Sha y tiene que ser retirado de su trono. Tras su destitución, se establecerá la República Islámica, que se basará en el voto popular general”.
La victoria de la revolución depuso al Sha e hizo que Irán se convirtiera en una teocracia regida por la ley islámica y liderada por el Ayatolá Jomeini.
El ascenso del ayatolá Jomeini en 1979 terminó con la mayoría de los derechos de las mujeres
Desde este momento, la realidad del país cambió por completo. Irán se convirtió en una república islámica sin precedentes en el siglo XX en Medio Oriente. La religión pasó a ser parte central del Estado y las mujeres perdieron muchos de los derechos de los que gozaban.
Ellas pasaron a depender completamente de sus familiares, primero de sus padres o hermanos y después de sus maridos, perdieron el derecho al divorcio, se vieron sometidas a matrimonios forzados en algunas ocasiones y se vieron obligadas a llevar siempre el hiyab en espacios públicos o a pedir permiso a los hombres para poder estudiar o viajar. Algo que levantó mucha polémica.
Sin embargo, aunque hubo cierta oposición de algunos colectivos en defensa de los derechos de las mujeres, esto no tuvo prácticamente ninguna repercusión. El régimen islámico consiguió estabilizar su poder durante las décadas de 1980 y 1990 a pesar de los desafíos internos contra las guerrillas opositoras kurdas y de izquierdas y de los externos, como la guerra que asoló está nación contra Irak entre 1980 y 1988 o la constante tensión con Estados Unidos e Israel, naciones que promovieron su aislamiento internacional.
Más de 40 años después de la revolución islámica, la sociedad ha cambiado… pero el régimen no
Durante estos más de 40 años de revolución islámica, los cambios en las normas que rigen a este sistema han sido realmente escasos, a pesar de que la sociedad iraní ha ido evolucionando poco a poco. Este cambio se siente especialmente entre la población joven, que representa un alto porcentaje en Irán, aunque nunca se ha expresado en la clase política, que está totalmente supeditada a las doctrinas del líder supremo que esté en el cargo, que desde la muerte del ayatolá Jomeini en 1989 es el ayatolá Alí Jamenei.
Esta ola de cambio ha hecho que muchas mujeres comiencen a llevar ropas más ajustadas de las que permite el régimen, decidan maquillarse o permitan que se vea parte de su cabello cuando usan el velo. Gestos que son muy perseguidos por la policía de la moral, encargada de supervisar que en todo momento se cumpla con el estricto código de comportamiento y vestimenta impuesto por los ayatolás. Algo que no impide que cada vez más personas no entiendan el porqué de esas normas tan severas.
Es en este contexto, sumado con el descontento general por la crisis económica, en el que el asesinato Mahsa Amini ha provocado unas protestas tan fuertes contra el régimen de los ayatolás.
Durante los últimos años han sido habituales las manifestaciones en Irán, pero tenían una índole mayoritariamente económica y estaban dirigidas contra el gobierno de turno y no contra el sistema. Cuando estas mujeres rechazan el uso del velo están atacando a uno de los pilares ideológicos fundamentales de la República Islámica y de ahí se puede entender la reacción violenta del régimen.
Este movimiento tan fuerte por los derechos de las mujeres casi no tiene precedentes en los más de 40 años de revolución y, aunque es algo muy significativo, parece complicado imaginar que pueda suponer cambios reales en Irán. En la actualidad rige un gobierno ultraconservador y no es fácil que un estado que se ha caracterizado por la eliminación de toda disidencia y por su fortalecimiento armamentístico, pueda ceder ante unas protestas civiles.