Acudir a la Cumbre del Clima de la ONU en jet privado. Es la paradoja que se da estos días en Egipto. Mientras los líderes mundiales debaten cómo frenar el cambio climático o cómo hacer un mundo más verde, esos mismo mandatarios han llegado a esta cita en aviones privados.
Un informe de 2021 de Transport and Environment estima que una sola hora de vuelo en un jet privado puede generar cerca de dos toneladas de CO₂, mientras que un europeo emite de media 8,2 toneladas en todo un año.
Desde el domingo que diera comienzo la cumbre, aproximadamente 400 aviones privados o de estado han aterrizado en Egipto. El tráfico en el aeropuerto de Sharm El Sheik es continuo, y más teniendo en cuenta que la vía aérea es la única factible para llegar a ese rincón apartado de la península del Sinaí.
Las vuelos comerciales viajan llenos y tan solo para estos días la aerolínea estatal, Egyptair, ha programado un refuerzo de 250 vuelos entre la capital y la ciudad que acoge a la COP27.
A este trasiego de aviones comerciales y privados, hay que sumarle los aviones de empresas patrocinadores, gobiernos y compañías aéreas locales e internacionales que van y vienen. Estos movimientos generan más gases de efecto invernadero durante la cumbre que, en lugar de buscar soluciones, parece fomentar la crisis climática mundial.
Este año, la ciudad-balneario de Sharm el Sheikh, ubicada en el desierto del Sinaí, es el lugar elegido para celebrar la COP27, cumbre de Naciones Unidas para debatir y poner remedio al cambio climático que tanto preocupa, y que es especialmente importante este año teniendo en cuenta las temperaturas atípicas que se están dando en todo el mundo.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido un “pacto de solidaridad climática” para que las economías desarrolladas se comprometan a realizar recortes de emisiones para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, pero los líderes mundiales no parecen colaborar con sus acciones individuales. Aunque no parece que los propios líderes den ejemplo.